En 1959 se rodaba entre Madrid y Guadalajara una de las mayores superproducciones de la historia: "Espartaco", el sueño de uno se los actores más poderosos del momento: Kirk Douglas, que puso en manos de Stanley Kubrick la dirección del proyecto, lo que acabó haciendo que saltaran chispas entre dos egos de gran tamaño.

Tras haberse acordado que el gobierno español daría todo tipo de facilidades, Franco se opuso al proyecto, un problema que solo se resolvería tras aportar una buena suma a una fundación de la esposa del dictador y acordar con él que ninguno de los 8.500 militares que actuaron de extras 'muriera' en la película.

Así se hizo. El rodaje fue un auténtico caos, lleno de problemas que estuvieron a punto de arruinar a uno de los hombres más poderosos de Hollywood.

Finalmente, Douglas consiguió sus dos sueños: hacer una gran película sobre el esclavo que llevó a sus compañeros a la revolución, y acabar con las listas negras de Maccarthy. Su empeño en incluir en los títulos del film a Dalton Trumbo, el mejor guionista de Hollywood, que había ganado a escondidas dos oscars (entre ellos por su guión de ‘Vacaciones en Roma’), podía haber acabado con Douglas en la cárcel, pero en lugar de ello, acabó con las listas negras, uno de los episodios más vergonzosos de Hollywood. Y Kirk pudo gritar bien alto aquello de "¡Yo soy Espartaco!".