Marco Polo fue el creador del turismo de negocios. Gracias a los turcos, las naciones de Europa buscaron nuevos caminos para llegar hasta el País de las Especias en el Lejano Oriente, fundamentales para la confección de morcillas, chorizos y todo tipo de fiambres. Cristóbal Colón, con la intervención de fray Juan Pérez y fray Antonio de Marchena, le ayudaron a buscar la colaboración de la reina Isabel de Castilla en el descubrimiento del nuevo mundo.

Rodrigo de Triana, en la cofa de La Pinta, fue el primero en divisar tierra. Estaban a la vista de Guanahani, del archipiélago de la Lucayas.

Las grandes rutas comerciales se desplazaron del Mediterráneo hasta el Atlántico y Europa tuvo conocimiento de nuevos productos como el tabaco. Los europeos, desde entonces, comenzaron a fumar como morciguillos, hasta que en el siglo XX se iniciaran las campañas antitabaco.

Pero aun así, hoy día, siguen fumando. La importancia del tabaco como método para el relax, pasar el tiempo y llevar a la gente al otro mundo, quedó deslucida ante la patata. El tubérculo, llegado de las Américas, significaría toda una revolución que paliaría la hambruna y, sobre todo, lograría que España se convirtiera en destino turístico. Las patatas, fundamentales en la ensaladilla rusa, cocidas, asadas, en puré, a la brava, y sobre todo, en tortilla.

La tortilla de patatas, que desde aquellos tiempos pasaría a denominarse tortilla española, para envidia del mundo. La tortilla de patatas en la fiambrera será imprescindible para el dominguero moderno. Con arena, con hormigas, con moscas, en tapa o en plato, fría o caliente, la tortilla de patatas es insustituible en los veranos gracias a los descubridores del nuevo mundo.

Mas tarde, los de secano, como Pizarro y Hernán Cortés, entre otros muchos, se harían a la mar, dando lugar a las más grandes glorias patrias. España comenzaba a ser diferente.