El mismo mar. Un chico surfea las olas y cuando llega a la orilla deja tras de sí un rastro de burbujas. Las olas fabrican muros que el joven remonta, desnudo, sobre su tabla. Oigo la estela que dejan e intuyo el sabor de los golpes salados. Y entre ola y ola, entre ráfagas de espuma y viento, hay un tiempo muerto. Llega „como un silbido„ el surfista volador. Me obsequia con esa sucesión de estados por los que pasa la materia. Una y otra vez; el tiempo, el olor a salitre, el cuerpo desnudo y como si de un eco infinito se tratase, el mismo mar.