Los gustos sexuales son tan variados como mentes pensantes habitan la tierra. De igual modo, los problemas derivados de su práctica son proporcionales a las modalidades y usos que a cada uno se le ocurra hacer del aparato sexual y sus adyacentes.

El de José Luis es un verdadero problema de suspicacias, pues en un acto de absoluto desprecio a la simplicidad de la vida, decidió mantener relaciones sexuales con dos mujeres a la vez, aunque no al mismo tiempo. No tendría nada de particular si no fuera porque la relación entre ambas es la de madre e hija. Así nos lo cuenta nuestro amigo desde la orilla de una de las playas más bellas de nuestra Región.

«Conocí a mi novia a través de una empresa de paquetería. Aunque, en verdad, la primera vez que la vi fue por Internet y tras conocer sus fabulosas virtudes a través de la pantalla decidí que debía de ser mía». Ya empezamos con la odiosa manía de transferirse la propiedad. «Vino a vivir conmigo de inmediato, y desde el primer día los revolcones con mi novia eran de espectáculo. No había resquicio para la insatisfacción, pues ella accedía a cumplir absolutamente todos mis deseos. Le compraba lencería bonita, ropa ajustada, bolsos muy sexis, no escatimaba en gastos».

«Aquella muchacha era como una droga dura, cuanto más me daba más quería». Un día, de casualidad, nuestro lector conoció igualmente por Internet a la madre de su novia€ y también se la quiso llevar a casa. «Nunca les oculté nada, ambas sabían que mantenía relaciones sexuales con cada una de ellas, incluso en alguna ocasión la que se quedaba fuera de la cama participaba mirando cómo fornicábamos». Es posible que algún lector se escandalice, lo que me parece mal, porque el grueso de la historia está aún por llegar.

Como era de prever, los celos terminaron por enrarecer el ambiente, ya de por sí poco común. Las peleas entre madre e hija y los reproches lanzados por ambas a José Luis eran continuos e iban irremediablemente ´in crescendo ´. Pero como canta Drexler, todo en la vida «se va, se va, se fue». Un día que José Luis practicaba una sesión de sexo duro, apasionante e irrefrenable con su novia, ésta explotó€ literalmente. La goma de látex con la que había sido fabricada cedió ante tanto roza que te roza con un tremendo ¡boom! que casi infarta a nuestro protagonista. «Ya nada fue igual. No pude volver a practicar sexo con mi suegra, me producía pánico repetir el final explosivo». «Ahora tengo una novia de carne y hueso€ pero nada que ver con mi muñequita Pompis».