Allegro Agitato

De Mao a Mozart

La normalización de relaciones entre China y Estados Unidos implicaba también una normalización cultural y, por supuesto, musical, y fue entonces cuando otro gran diplomático, disfrazado de violinista, comenzó su particular misión en China

Huang Hua, Isaac Stern y Henry Kissinger. Fiesta de apertura de la ópera de Pekin, en el Metropolitan Opera House (Nueva York)

Huang Hua, Isaac Stern y Henry Kissinger. Fiesta de apertura de la ópera de Pekin, en el Metropolitan Opera House (Nueva York) / Ron Galella

Gabriel Lauret

Gabriel Lauret

A finales de noviembre fallecía Henry Kissinger, rescatando del olvido (solo) mediático el papel fundamental de este estadista y diplomático en el mapa geopolítico actual. Algunas voces lamentaban su muerte alabando su labor imprescindible en el proceso de paz en Vietnam o la búsqueda de la distensión con la URSS, mientras otras sacaban a relucir su lado más oscuro: el apoyo a dictadores, especialmente sudamericanos, o su responsabilidad en bombardeos que ocasionaron decenas de miles de muertos en Camboya. 

Entre las condolencias más sinceras destacaban las que llegaron desde China, resaltando su papel clave para restablecer lazos entre este país y Estados Unidos, después de décadas de desencuentros. Primero por los conflictos bélicos en Corea y Vietnam, y ya en 1966 por la llamada Revolución Cultural. El poder interno de Mao Tse-Tung se estaba debilitando y era un intento de perpetuarse en el poder al coste que fuera, que fue la persecución de las tradiciones chinas y occidentales, la destrucción de gran parte del patrimonio cultural chino y alrededor de 20 millones de muertos.

Kissinger organizó un plan secreto: en 1971, durante una visita a Pakistán, fingió estar indispuesto para abandonar una cena oficial y volar a Pekín, donde se reunió con el primer ministro chino, Zhou Enlai. Gracias a este encuentro, un año más tarde Nixon visitaba China, poniendo fin a 23 años de aislamiento. Tras la muerte de Mao, el Gobierno aperturista de Deng Xiaoping comenzó las reformas y en 1979 se restablecieron definitivamente las relaciones entre los dos países.

La normalización de relaciones entre China y Estados Unidos implicaba también una normalización cultural y, por supuesto, musical, y fue entonces cuando otro gran diplomático, disfrazado de violinista, comenzó su particular misión en China.

Isaac Stern era uno de los mejores violinistas del momento, además de un personaje con un enorme poder dentro del mundo de la música clásica. De origen judío, como Kissinger, había nacido en 1920 en lo que hoy llamaríamos Ucrania, aunque sólo un año más tarde su familia se trasladó a San Francisco. Stern destacó por un estilo muy personal de interpretación, siempre apasionado, pero de una gran perfección formal. Además, fue reconocido por su labor alrededor de todo lo que rodea la música. Apadrinó a algunos de los mejores violinistas actuales como Itzhak Perlman y Pinchas Zukerman, provenientes de Israel. También tuvo un papel muy importante abanderando diversas causas, como la campaña para salvar de la demolición al Carnegie Hall. Demostró su capacidad de convocatoria cuando congregó en esta misma sala a buen número de los mejores violinistas del planeta para recabar fondos para salvar una escuela de violín en Harlem; de este proyecto se realizó una película, en la que también aparecía, que protagonizó Meryl Streep (Música del corazón). Años antes había interpretado la estupenda banda sonora de El violinista en el tejado, película muy comprometida con el movimiento sionista y en el que posiblemente vio reflejada la salida de su familia desde Ucrania siendo casi un bebé.

Al igual que en el caso de Kissinger, su visita a China se fraguó en una cena, en este caso con el ministro de Relaciones Exteriores Huang Hua, de la que salió la invitación para que realizara una gira de tres semanas, que tuvo lugar en 1979, y en la que Stern estuvo acompañado de su familia. Además de ofrecer conciertos y clases magistrales, visitó el país y pudo conocer sus tradiciones y sus gentes. Tuvo un contacto muy estrecho con los músicos, por los que supo de los efectos devastadores de la Revolución Cultural: represión, tortura y suicidios de maestros contaminados por la cultura occidental. La repercusión de este viaje fue enorme ya que cambió la forma de percibir la música en China, lo que supuso el comienzo de una nueva era en la interpretación musical. Pensemos en estrellas del piano como Lang Lang o Yuja Wang. Stern también ayudó a algunos de los músicos que aparecen en el documental. Wang Jian, un niño violonchelista, por mediación de Stern consiguió entrar en la Universidad de Yale y recibió un violonchelo Amati para su uso, y además le proporcionó su primer compromiso profesional, un concierto en el Carnegie Hall. La visita fue grabada por Murray Lerner, que se convirtió en un magnífico documental, From Mao to Mozart (De Mao a Mozart), ganador de un Oscar en 1980.

La muerte de Isaac Stern en 2001 provocó reacciones muy similares a las que ha ocasionado la de Kissinger, porque la rumorología ya hablaba, todavía en voz baja, de un lado más oscuro, menos amable. En 2014, solo un año antes de morir, el excepcional violinista y pedagogo Aaron Rosand se atrevió a narrar la campaña que orquestó Stern contra él para consolidar su dominio en los escenarios y fuera de ellos. Este fue el detonante de que otros músicos se lanzaran a contar sus propias experiencias, que incluían amenazas de deportación para quien no aceptara sumisamente sus indicaciones de apartarse a su paso.

Stern y Kissinger tuvieron en común un uso en ocasiones muy discutible de un poder desmesurado, cada uno en su área de influencia. Y también compartían China, donde ambos fueron reverenciados. 

Siempre les quedó Pekín.

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