Retratos

Julia Ballester Mikes, adolescente l El trauma de la identidad

Julia Ballester.

Julia Ballester.

Juan Ballester

Nos pasa a todos, solo que en el momento en que lo experimentamos aún no somos muy conscientes de nuestra realidad, pero me estoy refiriendo al periodo de tiempo que nos lleva desde la infancia a la juventud, ese espacio de tiempo ciertamente traumático y convulso en el que ni siquiera sabemos muy bien si vamos o venimos, pero por el que ya nos está apareciendo la conciencia de una identidad, esa especie de espejo desde donde todos nos miramos y comenzamos a vernos por primera vez.

Recuerda uno al respecto las incertidumbres que pasó en esas mismas circunstancias, los miedos nocturnos ante la primera conciencia de la muerte, el mismo rechazo ante nuestra recién descubierta apariencia personal, algo siempre tan alejado de la idealización infantil. Nunca olvidaré aquellos momentos en los que, con una foto de John Lennon en la mano, me miraba en el espejo para comprobar que él y yo éramos idénticos, o aquel otro momento en el que, sintiéndome muy inseguro con mi apariencia física, le preguntaba a mi madre: «Mamá, ¿soy guapo?», a lo que ella, siempre tan cariñosa pero realista, me respondía: «Hombre, guapo es tu hermano Antonio; tú eres… resultón».

Precisamente por ahí creo que anda ahora mi nieta Julia. Es verdad que Yuyi (como le llamamos familiarmente desde niña) a veces sigue buscándonos y en determinados momentos hasta intenta reconfortarse en ese apacible cobijo que representan los mimos y las caricias de sus abuelos, pero lo cierto es que está viviendo un momento álgido de cambios y de búsquedas. 

Pues bien, siendo consciente de ese momento suyo, quise hacerle unos retratos, aunque ya sabemos que una sesión fotográfica con cualquier adolescente suele ser problemática (de hecho, en la mayoría de los álbumes personales, es la época de la que menos fotos se tienen). Menos mal que, como me había sucedido anteriormente con ella, también ahora iba a resultar todo bastante fácil, aunque, de repente, comencé a ver unos morritos a lo TikTok, posturas contorsionadas, miradas impostadas y desafiantes a la cámara, uñas largas y postizas…  

Si, es verdad que todo seguía siendo de una enorme ternura e inocencia, pero, al mismo tiempo, estaba claro que por allí andaba ya otra persona, que corrían nuevos aires, unos aires de cambios profundos, de viajes en el tiempo y, acaso, también, de tristes despedidas.

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