Noticias del Antropoceno

Condenados a la mediocridad económica

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

Después de la cura de caballo del Plan de Estabilización y el fin de la autarquía, España se puso al día en términos económicos y escaló muchos puestos en el ránking de las economías europeas. El desarrollismo dio sus frutos y la mano de obra barata atrajo enormes cantidades de capital externo. España se convirtió en la China de Europa, o más bien, en el Méjico de Norteamérica. Por lo visto eso fue solo un espejismo. Desde principios de este siglo, según los datos del último análisis de nuestra economía proporcionado por el BBVA y del que se hace eco El Confidencial, la productividad en España se ha reducido significativamente. Parecería un dato económico más entre muchos, pero la productividad es lo que define realmente el progreso de un país y su capacidad de generar riqueza. También influye en la generación de riqueza total la cantidad de horas dedicadas a la producción. Y en España estamos en la cola.

Estas dos primeras décadas de siglo hemos sido gobernados casi a partes iguales por la derecha y por la izquierda, y por tanto no se puede atribuir a una ideología concreta o una forma de gobernar el descenso de la productividad, y el hundimiento de España en términos de riqueza per cápita, hasta ocupar una poca honrosa posición en el número 38 de la tabla. España es un país donde los sectores productivos de alto valor añadido tienen escasa ponderación. Seguimos más que nada con la industria que se generó en los años 60 y 70: la fabricación de automóviles por cuenta de marcas internacionales y una considerable industria auxiliar de control nacional mayormente. Pero el grueso de la economía española está ampliamente dominado por sectores poco susceptibles de mejorar su productividad, porque requieren mano de obra intensiva. Me refiero, naturalmente, al turismo, al sector primario y a la construcción. El pequeño tamaño de nuestras empresas es otro factor en contra de la posible mejora de la productividad

No nos podemos sacar de la manga una economía digitalizada y repleta de empresas innovadoras de base tecnológica pero, al menos, no deberíamos seguir pegándonos tiros en el pie aumentando los costes laborales sin relación alguna con la productividad y disminuyendo el horario laboral, como pretende ahora esa joya del Gobierno de nombre Yolanda y cuya principal ocupación parece ser despreciar a las empresas y joder la economía.

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