Mamá está que se sale

La brecha

Nosotras estamos incondicionalmente dispuestas para cualquier necesidad de la vida familiar o doméstica. Y eso en el mundo laboral pasa factura (y me parece normal)

Claudia Goldin, Premio Nobel de Economía 2023.

Claudia Goldin, Premio Nobel de Economía 2023. / Reba Saldanha / REUTERS

Elena Pajares

Elena Pajares

Como a muchas de las mujeres del mundo civilizado, el impacto que la maternidad tuvo en mi vida profesional fue parecido al de la caída de un meteorito. Aunque traté de mantener a flote mi trabajo, todo era incompatible con la crianza, y no creas que no me esforcé. Es verdad que mi modelo de maternidad dificulta mucho la tarea (soy, a mucha honra, una madre entregadísima, y no concibo otra manera de serlo), pero esa faceta mía hizo que, de la noche a la mañana, tuviera dos tareas altamente absorbentes, la una excluyente de la otra. Trabajo y maternidad, hace tiempo que las considero, por naturaleza, incompatibles. Por ahora, lo único que puedo hacer es advertir a mis hijas, aprovechando la faceta profética heredada de mi madre, y repetirles cuando viene al caso que, antes de tener un hijo, se preocupen de tener un buen trabajo, asentado y estable. No es necesario adornarlo con manos en la cabeza, ni con lamentos al estilo coreano. Con ver la vida que llevo, les vale para convencerse de que lo digo en serio.

Mira por dónde, yo que pensaba que era la única que no había conseguido conciliar del todo su vida laboral y familiar, me he encontrado con que el premio nobel de economía de este año ha recaído en una mujer, la economista Claudia Goldin, que ha acreditado, con números y datos, la existencia real de la brecha salarial entre hombres y mujeres, y las causas de por qué, laboralmente, las mujeres vamos a la pata coja incluso en la actualidad, con un acceso universal a la educación, erradicadas muchas lacras sociales, y siendo las mujeres buenas estudiantes, incluso estadísticamente con más formación que los hombres.

Una de las cosas que esta mujer ha puesto en primera línea como causa de la brecha es que no solo son las dificultades sociales (hasta ahora eran el núcleo duro de la causa de las desigualdades) sino que es el nacimiento del primer hijo otra de las causas de que la brecha se perpetúe.

Viene a ser una forma fina y actualizada de decir que los ricos también lloran, y que una carrera, o un carrerón en el caso de algunas, no te previene del desbordamiento masivo que supone la llegada de la maternidad a tu vida. Una parte de mí se ha sentido aliviadísima. Creía haber dejado caer deliberadamente mi profesión a segunda división, y esta mujer viene a decir que es materialmente imposible ejercer la maternidad «al modo mío» y ascender en tu carrera profesional a primera categoría.

¿Las causas? Obviamente, son muchas, pero si nos centramos en las que afectan a las mujeres, se resumen en que nosotras estamos incondicionalmente dispuestas para cualquier necesidad de la vida familiar o doméstica. Y eso en el mundo laboral pasa factura (y me parece normal).

Los números que esta mujer ha hecho, los desconozco. Yo sé lo que me reí leyendo un relato según el cual una mujer decía «me voy a la cama», y entonces, sacó del congelador la comida del día siguiente, preparó los almuerzos de los niños, rellenó de agua el cacharro del perro, dobló una ropa que alguien había dejado en una silla, puso los zapatos de los niños en su sitio, arropó a cada uno de sus hijos, y se fue a la cama. El marido, en cambio, dijo «me voy a la cama». Apagó la tele y se acostó. El relato no es de premio Nobel, pero es la biblia.

Nunca seremos iguales en todo. Nosotras somos detallistas, los hombres son prácticos. Somos iguales en derechos y en obligaciones, pero no puede haber identidad en todo. Igual que no pesamos ni medimos lo mismo.

A nivel profesional, somos capaces de hacer un trabajo magnífico, y somos muy conscientes de ello cuando nuestro trabajo es mejorable. Y no es nada agradable soltar la mano de tu trabajo, porque con ello va gran parte de tu identidad. Recuerda el dato de que nosotras accedemos a la misma educación que los hombres, y muchas tenemos más estudios. Pero, si de la otra mano tira tu familia, tus hijos, tu marido, o tu casa, nosotras, con todo el dolor de nuestro corazón, soltamos la mano del trabajo. Somos muy conscientes del sacrificio, pero somos mujeres, no somos prácticas, sino emocionales. Por fin alguien lo ha demostrado, con datos tangibles, y es un descubrimiento que vale un premio Nobel.

Suscríbete para seguir leyendo