Bandera Alfa

Lo que une el buceo...

José Soto

José Soto

José Soto

Se termina agosto, fin de las vacaciones para la mayoría; ello implica la vuelta a las clases, al trabajo, a la rutina, en definitiva, para algunos buceadores significa un lapsus hasta el próximo verano para volver a ver a las nuevas amistades, o a las afianzadas tras años de buceo, y para disfrutar de la playa y de alguna que otra cerveza o refresco. Se me vienen a la cabeza nombres como Viqui, Iratxe, Dani, Marisa, Pedro; también, otros que veo más a menudo, pero que en esta estación el contacto es mayor, José Manuel, Inma, Juan Carlos, Sergi, Julio… 

 Puede ser que el calor me ablande, o la edad, ¡qué sé yo!, pero aún no los he despedido y ya los echo de menos; pasarán meses hasta que revivamos juntos otra vez tantas experiencias, tantos buenos momentos, y es que la buena gente, la que te hace sonreír por dentro, es la que verdaderamente hay que atesorar como piedras preciosas en el corazón.

  Promesas de visitas aquí y allá con la ilusión de conocer otros lugares de nuestra geografía suelen ser habituales entre abrazos y besos, no de adiós, sino de hasta pronto, porque cuando, por obra del destino, se genera un grupo al que une esta afición tan grande en toda su expresión como es el buceo, la magia está servida.

Ya me dispongo a empacar el viejo equipo de buceo, que, endulzado a diario tras cada inmersión, aún permanece colgado en la barra de la ducha; me ha acompañado en tantas inmersiones que ya conozco hasta su última tuerca, junta tórica, latiguillo... y noto cuándo se queja por falta de atención; sí, está viejo, desgastado, pero es mi compañero fiel. Mientras metódicamente realizo la rutina de aplicar talco a las partes de goma y vaselina a las cremalleras, se me dibuja una sonrisa cuando me vienen a la mente flashes de los momentos vividos con la ‘Tríada’, las tres chicas incondicionales en todas y cada una de las inmersiones; o del ‘escapista’, de su paso fugaz por el grupo tras dejar una profunda huella; y de la delegación Norte, con los que hasta el más soso acaba sentado en la arena por fallo de las articulaciones inferiores de tanto reír. 

También momentos con los de siempre, que están más cerca, a los que visito más a menudo, alegría para el alma en momentos de flaqueza y un freno en los de euforia. Mil gracias a este deporte, el buceo, que une a gente maravillosa. Algunos seguiremos buceando a pesar del frío a la salud de los que prefieren el calor.