Pintando al fresco

Sin arreglo

Resulta que, después de tanta historia ideológica, lo que realmente se pide es dos consejerías y la vicepresidencia, es decir, sillones

Las tres diputadas de Vox acudieron a la Asamblea luciendo un vistoso fucsia

Las tres diputadas de Vox acudieron a la Asamblea luciendo un vistoso fucsia / Iván Urquízar

Enrique Nieto

Enrique Nieto

Pues que, enfervorizado por el momento que estamos viviendo en la política regional, me puse unos pantalones largos y me fui a la Asamblea Regional a ver qué decía Vox. Ustedes pensarán que, hombre, también hablaban los otros partidos, pero, desengáñense, lo que ayer todos estábamos esperando era escuchar por dónde salía el partido de la ultraderecha en Murcia con respecto a las ofertas, ruegos, súplicas y «dame algo, payo, aunque sean tres votos», que les ha ofrecido reiteradamente el Partido Popular a fin de poder dejarse de pamplinas y ponerse a solucionar algún problema de los que tenemos los ciudadanos, aunque solo sean uno o dos, oiga.

Y, efectivamente, el joven diputado Antelo, líder máximo de Vox entre nosotros (por cierto, me ha dicho quien lo sabe que no está en política por el sueldo, porque es un hombre de posibles económicos, lo que debe tranquilizarnos a todos, dadas las experiencias que ya vamos teniendo) se levantó (dos metros y pico) y salió allí a enumerar todos los apartados de su programa que el PP se tiene que tragar si quiere sus apoyos. Yo los escuchaba y pensaba: «esto no está mal», o «vaya, lo que nos faltaba», o «cómo se les puede haber ocurrido esto, joer», siempre desde el respeto a que un 18% de los votos murcianos han elegido esos ítems, porque supongo, bueno, que es seguro, que antes de votar todos se han leído ese programa y no solo se han fijado en uno de los apartados que les convenía o que les convencía, sino en todos y cada uno, antes de meter la cosa, la papeleta, en la rajita.

Pues ya les digo, que lo escuché con interés, pero todo cambió cuando llegó al final del discurso y resulta que, después de tanta historia ideológica, lo que realmente se pide es dos consejerías y la vicepresidencia, es decir, sillones, mullidos asientos donde posar los glúteos con sueldo de consejero, más el de diputado, la cama aparte. 

Y es que hay algo que deben ustedes saber. Aunque no haya servido para nada, el presidente López Miras les ofreció tomar en consideración una gran parte del programa de Vox, e ir haciendo cosicas con ellos según fuese desarrollándose la legislatura. «Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa», les dijo, y la verdad es que, escuchándole, se le veía con ganas de dejarse de monsergas y ponerse a trabajar. Pero ni por esas. Se ve que las órdenes de Madrid eran inamovibles: o sillones o nada, monada.

En este acto he tenido la experiencia de escuchar por primera vez al socialista José Vélez, que más bien hizo una cosa de elecciones generales, con mucho Sánchez y sus logros, que del debate en el que estábamos. Pero, oye, allá cada cual. María Marín estuvo poco lucida, en su línea, pero pelín más apagada. Y el que tuvo el golpe de la mañana fue el diputado portavoz del PP, Joaquín Segado, que, o yo me estoy quedando lelo, o me parece que con las sibilinas palabras de su discurso estaba animando a la tropa de Vox para que se produjera alguna deserción, es decir que alguno o alguna, según costumbre de la casa en esta Región, se decidiera a dar el salto de su escaño a uno del PP y votara a favor de la investidura de Fernando López Miras. Eso sí que nos hubiera proporcionado un día glorioso y a esta hora estaríamos los de Murcia abriendo telediarios, en primeras páginas nacionales, como nos pasó con lo de la moción de censura, tan bonico que quedó todo.

No quisiera acabar este escrito sin señalar varias cuestiones importantes. Una, las tres diputadas de Vox iban vestidas de rosa fuerte, casi de fucsia, pero desconozco a qué extraña razón se debía esta uniformidad. Otra, el presidente de la Asamblea saliente, Alberto Castillo, le dio un abrazo a López Miras en la puerta que no podía ser más ‘abrazo chillao’, que se dice por aquí. Es que Castillo es muy cariñoso con todo el mundo, pero se ve que, con el roce, le ha tomado afecto al presidente, y eso no se puede remediar. Y, lo último, la frase poética de Joaquín Segado en su discurso: «por unos sillones nos lleváis a elecciones». Qué bonito, por favor.

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