Espacio Abierto

Las preciosas

Desde el punto de vista del lenguaje, hoy se reconoce que el preciosismo lo ha depurado y enriquecido. Además, la crítica feminista moderna ha revelado el importante papel desempeñado por el movimiento precioso en una nueva conciencia de la dignidad y la libertad femenina

El revolucionario estadounidense Benjamin Franklin visita un salón precioso en París.

El revolucionario estadounidense Benjamin Franklin visita un salón precioso en París.

Colectivo de Mujeres por la Igualdad en la Cultura

En el Petit-Bourbon, en 1659, Molière estrenaba Les Précieuses ridicules (Las preciosas ridículas), una comedia protagonizada por dos jóvenes provincianas que viven una vida totalmente artificiosa y frívola. Únicamente preocupadas por su apariencia exterior, aceptan o rechazan a sus pretendientes teniendo en cuenta su forma de vestir. Para esta comedia, Molière eligió a las preciosas con el fin de hacerlas caer en la ridiculez y así, hacer una reflexión sobre la realidad y las apariencias.

Para algunos estudios, esta obra solo debe ser considerada como obra importante en el repertorio de Molière por la trascendencia que tuvo como crítica de un movimiento literario y costumbrista, el preciosismo, que era pura artificiosidad y que llegó a afectar a las más diversas capas sociales. Y, aunque algunos estudios han negado en el pasado la existencia de las preciosas y las ven como personajes ficticios de esta comedia, la mayoría ven en el preciosismo una corriente de pensamiento que se tradujo en un comportamiento social y ético. Además, hay quienes distinguen una «preciosa verdadera» de una «preciosa falsa». A la primera, muchos contemporáneos la identificaron con el ‘bel esprit’; la segunda, era la caricaturizada en las comedias de Molière. 

Hay que buscar el origen del preciosismo en la Corte francesa del siglo XVI. Allí, las damas comenzaron a rodearse de intelectuales en los salones de los castillos para discutir no solo temas literarios, como la poesía galante, sino también científicos. Cuando con Enrique IV, la corte se vulgarizó, estas tertulias se trasladaron a los salones parisinos, un fenómeno fascinante de la historia de la cultura francesa que llegó a su esplendor en el siglo XVII. En sus salones, Madame de Rambouillet y Mademoiselle de Scudéry crearon espacios para el pensamiento erudito y artístico, para la literatura, y reclamaron un lenguaje desprovisto de obscenidades que les sirviera para proyectar su propia visión del mundo. Su preocupación por depurar la lengua y por refinar las costumbres hicieron de estos salones un lugar de preciosidad, en contraposición a la vulgaridad del lenguaje y de la corrupción de las costumbres de la Corte. Sin embargo, no todas las salonnières siguieron las pautas del preciosismo. 

Las preciosas crearon neologismos, desecharon palabras que consideraban desagradables, inventaron intrincadas e ingeniosas metáforas.

La literatura preciosista trató temas muy variados, siendo el amor, el matrimonio, la procreación y la educación de la mujer sus grandes preocupaciones. Trataron el amor a la manera platónica y petrarquista; el amor idealizado apartado de lo vulgar. Algunas rechazaron el amor físico para dedicar toda su energía al cultivo del espíritu, como fue el caso de Mademoiselle de Scudéry.

Se rebelaron contra la servidumbre del matrimonio, un contrato producto de una alianza entre dos familias, y contra la dura disciplina que la moral seguía imponiendo a las jóvenes. De ahí que plantean si matrimonio y amor son compatibles; querían que existiera una unión entre la sexualidad y los sentimientos, pero sobre todo con la autenticidad del deseo. 

Afirmaron el derecho de la mujer a la libre autodeterminación, a elegir al compañero de su vida. Es necesario recordar que las mujeres eran casadas muy jóvenes: Madame de Rambouillet a los 12 años y Madame de La Sablière, a los 14, por ejemplo. Las preciosas buscan la igualdad del hombre y de la mujer en el matrimonio, no solo con el derecho a elegir pareja, sino también, a negarse a contraerlo.

Algunas manifestaron posturas antinatalistas; desafiaron al orden milenario establecido al defender una elección consciente de la maternidad, en contraposición a la procreación obligatoria.

Accedieron a las letras y a las ciencias; la mayoría de sus planteamientos estaban motivados por la necesidad de tener un espacio en la sociedad, que les permitiera ser escuchadas y valoradas. Las preciosas reivindican la capacidad intelectual y artística de la mujer.

Con la proliferación de los salones, la palabra preciosa, adquiere un sentido peyorativo. Las mujeres, y los hombres preciosos, adoptan una moda ridícula y extravagante, abuso de plumas, cintas y volantes, peinados y pelucas exageradas y empolvadas y maneras afectadas, y todo esto, acompañado de un lenguaje excéntrico. Hacia estas preciosas van dirigidas las críticas de Molière, quien acusó al preciosismo de haber infectado con sus ideas a las mujeres de Francia, y haberlas convertido en absurdas y ridículas.

Las malas imitaciones desacreditaron con sus exageraciones y simplezas lo que al principio fue escuela de buenas maneras y, de esta forma, preciosa tomó el significado de persona remilgada.

Madame de Sorquainville, una salonnière, escribió en un monólogo: «Me pregunto si en un futuro se nos reconocerá lo que nosotras hemos hecho por la lengua francesa, por los buenos modos, el gusto y la sensibilidad». ¡Lástima que al final todo se deteriorase y cayera en la afectación y en amaneramiento lingüístico! … Y diera ocasión a Molière de hacer en sus obras mofa pública de aquellas a quien bautizó como «preciosas ridículas».

Desde el punto de vista del lenguaje, hoy se reconoce que el preciosismo lo ha depurado y enriquecido. Además, la crítica feminista moderna ha revelado el importante papel desempeñado por el movimiento precioso en una nueva conciencia de la dignidad, pero sobre todo de la libertad femenina, mostrando que desempeñó un papel mucho más contestatario y audaz del que se supone. 

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