Arenas Movedizas

Pablo, Pablito, Pablete

El periodista José María García.

El periodista José María García. / Movistar Plus +

Jorge Fauró

Jorge Fauró

José María García ha vuelto. Al menos temporalmente y en forma de una miniserie sobre su trayectoria profesional. No lo ha hecho para quedarse, sino para despedirse. A comienzos de este siglo, en su última comparecencia radiofónica -que solo él conocía-, el único García de España que no precisa de mayor concreción, como dice bien Matías Vallés, despidió el programa con su habitual «buenas noches y saludos cordiales». Y hasta más ver. Aquello fue hace 21 años. Ha regresado para dar explicaciones de por qué salió por la puerta de la emisora y ya no volvió. Consideraciones aparte sobre sus métodos, hay que reconocerle el mérito de haberse marchado, y que durante los años siguientes no anduviera brujuleando y cuestionando a quienes heredaron los micrófonos, mucho más pendientes, en línea con la evolución del radioyente, del fichaje de última hora que de los tejemanejes de la institución y dirigentes de turno.

García convirtió en mantra popular aquello de Pablo, Pablito, Pablete. Así llamaba a Pablo Porta, aquel presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) que se servía de la institución para vivir como solo lo hacen los del cogollito de los barrios ricos que describe Manuel Longares. Como en la radio no hay imágenes, García se llevó a un programa de televisión un vídeo donde se apreciaba al chófer oficial del directivo sacando a pasear al perro de este, Óscar, al que García añadía el apellido de su propietario. Óscar Porta. No hay padre ni hijo de la década de 1980 ni de la posterior de los 90, aun después de desaparecido Pablo Porta de la circulación, que no repitiera en alguna reunión social las tres acepciones de Pablo con la voz aflautada y algo nasal del radiofonista. Y sin embargo, a pesar de las evidencias, Porta, en lugar de retirarse con dignidad, se agarró de la rama en un último intento de no precipitarse al vacío infinito de la irrelevancia. Hizo falta una ley de los primeros tiempos del PSOE, el decreto anti-Porta del 84 -luego derogado- para que se impidiera al presidente del fútbol español concurrir de nuevo a las elecciones después del tercer mandato consecutivo. No obstante su adiós, trató de continuar como miembro del comité ejecutivo de la FIFA -la rama-, pero ya ni siquiera contaba con el apoyo de la RFEF. No supo marcharse.

García fue el periodista más popular de la información deportiva, aunque siempre quiso ampliar el campo de tiro hacia la política. Salvo algún intento esporádico, como la famosa noche de los transistores del 23F o la huelga de pilotos de Iberia, en la que utilizó su espacio radiofónico para sentar ante los micrófonos a un representante del Sepla, otro de la compañía y un cargo de Fomento -los paros se desconvocaron a la mañana siguiente de la emisión-, el periodismo deportivo acabó enjaulándolo. Por ensordecedor que nos parezca el barullo en que se desenvuelve la actualidad política en la década de los 20, el ruido no era menor en el nacimiento del siglo, y habría sido digno de escucha sintonizar hoy a García y memorizar toda la suerte de palabros con que endemoniaba a sus víctimas y el modo en que lo haría con nuestros representantes públicos actuales, ya saben: abrazafarolas, chupópteros, correveidiles, fauna peloteril, mustélidos, lametraserillos, chiquilicuatres, cantamañanas, tribuletes de pesebre o bulto sospechoso.

Pablo Iglesias

No le faltarían Pablos, Pablitos y Pabletes de esos que no saben alejarse, que dicen que se marchan pero nunca acaban de hacerlo o, simplemente se aferran a la rama por miedo al horror vacui. Qué diría de Pablo Iglesias, el exsecretario general de Podemos y, desde su dimisión, influencer de la formación morada; o de Pablo ‘Pablito’ Casado, un imitador de García en el dominio del léxico, pero con menos gracia, el Casado que no hablaba de Pedro Sánchez sin añadir lo de traidor, felón, ilegítimo, ridículo, ególatra, mediocre, okupa, la adaptación al debate político del chupóptero y el correveidile; qué diría García de Pablo ‘Pablete’ Echenique, del que apenas va a quedar su condición de francotirador contra Gobierno y oposición.

No se salva ni Pablo Motos, otro Pablete. «Yo no iría a su programa». Hoy García no daría abasto en el hormiguero de la actualidad. Las reinas pactan entre saludos cordiales con otras reinas extrañas, las obreras se conforman y las larvas crecen a la espera de que vuelva a colgar de la rama otro Pablo, Pablito, Pablete. O como se llame.

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