La Feliz Gobernación

Murcia solica

Ángel Montiel

Ángel Montiel

El Día de la Región es un puente, una ocasión para la escapada y el ahí os quedáis. La mejor manera de celebrar el Día de la Región es salir de la Región, que hay otros mundos más allá de las marineras y del asiático, pues más se les aprecia cuanto más se les echa de menos. Lo que lo conmemora es una ceremonia oficial, aburrida hasta para sus protagonistas, y algún concierto, que igual podría servir para las fiestas patronales de un pueblo. Correspondería, ya que se trata de un día en que vamos de institucionales, un buen discurso del presidente de la Asamblea en que se exaltaran los valores democráticos, las reglas de convivencia, y se expusieran los retos básicos en que pudiera haber una general coincidencia, algo que remita al bien común, a la ética y a los afanes colaborativos, pero ya me contarán si ese discurso lo tiene que hacer un tránsfuga, un impostor investido de solemnidad fatua. Mejor perdérselo.

Hay quienes lamentan la falta de ritos ancestrales y un mayor ardor patriótico, pero así estamos bien. Somos una Comunidad autónoma por exclusión. No pudo ser aquello del Levante (Alicante, Murcia y Almería) como tampoco la continuidad de el sonsonete que los niños de entonces memorizábamos en la escuela (Murcia, dos: Albacete y Murcia). Nos quedamos en Murcia Solica, uniprovincial, sol y sal, y un montón de cosas hermosas muy nuestras, todo recogidico y amanoso.

Contamos con la suerte de no tener que celebrar batallas perdidas, diadas histéricas ni merendolas en otrora sangrientas praderas. Adiós al reino de Tudmir, al muy sabio Alfonso X o a la épica de Antonete Galvéz, o bienvenidos todos juntos y revueltos. Vivimos en el siglo XXI y miramos hacia el horizonte. El pasado nos acompaña, pero no la nostalgia. Podemos contar una Historia gloriosa según fases y periodos y olvidable según otros, como todos. Hay muchas cosas por hacer en el presente. Por no tener, no tenemos ni himno, lo cual es una bendición. Eso sí, arrastramos una deuda pública que no se la salta un galgo, nuestra auténtica seña de identidad.

Al parecer somos estructuralmente de derechas, como antes fuimos de izquierdas, pero si la derecha no lo ha hecho tan bien como presume será porque la izquierda no lo hace tan bien como cree. Al final, de lo que se trata no es de tirar para la derecha o para la izquierda, que eso lo determina la democracia, sino de tirar p’alante.

Tenemos una Región cojonuda, solica, alegre, diversa y sexy. Ahora sólo falta que no vengan políticos a estropearla.

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