El retrovisor

Loor de santidad

Clausura de las Misiones del Padre Rodríguez en la Glorieta de Murcia. 1962.

Clausura de las Misiones del Padre Rodríguez en la Glorieta de Murcia. 1962. / Archivo TLM (foto coloreada)

Miguel López-Guzmán

El Padre Rodríguez, como popularmente se le conoció, nació en Moratalla, en el seno de una familia humilde. Sus padres fueron Sebastián ‘El Manchego’ y Ramona ‘La del pan’ panaderos de profesión, conocidos en la localidad por su generosidad a la hora de ‘fiar’ tan noble alimento a jornaleros del esparto y necesitados. El matrimonio tuvo tres hijos: Eduardo, Juana y Ginesa. El niño, Eduardo, fue bautizado a los dos días de su nacimiento por el coadjutor de la parroquia, don Antonio Gil Ortuño. El inicio de su vida piadosa se produce con la primera Comunión, sacramento que marcó profundamente al futuro sacerdote. 

Fue su abuelo materno Juan de Dios García quien le inculcó una profunda religiosidad, labrador inactivo por causa de la edad se hacía acompañar por su nieto en la misa diaria. A los doce años ingresa en el murciano Seminario de San Fulgencio, bajo los auspicios del obispo Vicente Alonso Salgado quien facilitó el acceso al Seminario a cientos de niños pertenecientes a familias humildes con pensiones mensuales de 5, 10 y 15 pesetas, supliendo lo demás con becas antiguas divididas, con espléndidos donativos suyos, de la Mitra y de limosnas y colectas, así como con la ayuda de benefactores atraídos por la piadosa y precoz vocación del joven. 

En octubre de 1924 marcha a Roma donde comienza sus estudios de Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana. En marzo de 1926 recibe su ordenación sacerdotal en el Colegio Español de Roma, diciendo su primera misa sobre el sepulcro de San Aniceto, papa y mártir. En el mismo año recibe su primer destino como Coadjutor en la parroquia murciana de San Lorenzo, comenzando su tarea de predicador en la diócesis de Murcia y diócesis vecinas.

El Padre Eduardo Rodríguez destacaba entre el clero de la diócesis de Cartagena. Todos los que le conocían le auguraban un venturoso futuro. En 1935 lo dejó todo para ingresar en la Compañíade Jesús, vistiendo su raída sotana y una enorme cruz sobre su pecho que ya no abandonaría a lo largo de su vida. Ingresó en la Compañía en los días azarosos que enseguida se convirtieron en el gran holocausto de la Iglesia española. Y prácticamente salido del noviciado jesuita, se encontró de misionero, lo que no dejaría hasta que las fuerzas le abandonaron. Misionó en una España en la que la sangre, aún fresca, había corrido a raudales, predicando en plazas destruidas y en cementerios llamando a la reconciliación y al perdón. 

Sus misiones populares se hicieron famosas al igual que sus Ejercicios Espirituales. En 1961 es nombrado Prepósito de la Casa Profesa de Madrid, desplegando su actividad por los países de habla hispana y distintas regiones españolas como Madrid, Murcia y Toledo entre otras; así como en cárceles, cuarteles y pueblos de toda España. Impresionantes siguen siendo las imágenes de clausura de las Misiones de San Antolín en la Glorieta de España de Murcia junto al obispo Ramón Sanahuja y Marcé o su sermón, encaramado sobre una fosa, Crucifijo en mano, en el cementerio de La Alberca. Su profunda espiritualidad, su verbo convincente y su labor de misionero incansable han hecho que la figura del Padre Rodríguez supere a los tiempos contagiando su ejemplo y su fe en Cristo.

La bilocación es la presencia física simultánea de una misma persona en dos lugares, quizás la que goza de más pruebas y fama sea la del Padre Rodríguez. Toda España fue testigo del milagro. Al mismo tiempo que predicaba en la Catedral de Toledo, siendo emitido en directo el sermón por Radio Toledo, estaba predicando otro sermón en la Iglesia de San Francisco ‘El Grande’ en Madrid, siendo igualmente emitido en directo por Radio Nacional de España. La vida del Padre Eduardo Rodríguez y sus misiones populares siguen manteniendo, pese a su muerte física acaecida en 1985, dulces aromas de santidad.

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