Nos queda la palabra

Disruptivo

Julián García Valencia

Ríete tú de la impresora en 3 dimensiones, ejemplo de lo que ahora se denomina tecnología disruptiva. Para rompedor, el emperador que hace 2.000 años no le bastó con crear China, sino que, a su muerte, se hizo rodear de 8.000 guerreros de tamaño natural y, como la propia naturaleza humana, distintos. De terracota o de otros materiales que da la tierra, al igual que todo el inmenso ajuar guerrero, incluyendo caballos y carros, y doméstico para mantener las conquistas y la vida de boato en el otro mundo. Ni qué decir tiene que no hay máquina capaz de tal hazaña. Imagínese programar 8.000 rostros distintos de la raza china.

Ya sé que ahora hay mucha cara. Tantas como para llenar las candidaturas de algún partido que también parece un ejército, pero están cortadas todos por el mismo patrón y sin ningún tipo de neurona a tenor de sus frikadas y odio.

El combate de las máquinas contra los guionistas de series también tiene un claro vencedor. Nada como la mente humana para construir sagas en torno a conflictos de ida y vuelta. Como la vida misma. En Errar es útil, Henning Beck concluye que la imperfección del ser humano, sin señalar géneros, es clave para la supervivencia. En una de sus páginas relata una partida al ajedrez contra el ordenador de la que salimos vencedores los vulgares humanos gracias a un error involuntario que, por supuesto, escapa del algoritmo.

Hace muchos siglos que la humanidad viene demostrando, con la ayuda tan solo de sus sentidos, su poder tanto para levantar pirámides, catedrales o la muralla china como para doblegar también la naturaleza, su ecosistema.

Lo disruptivo no debería consistir en sustituir una máquina por otra, que nos lo haga el 3D, sino en recuperar las bases de una convivencia solidaria y sostenible. Esto es, aparcar la era de la estupidez y abrazar la inteligencia bien entendida.

Y, por cierto, acérquense al Museo Arqueológico de Alicante a ver la exposición sobre los Guerreros de Xian. Como habitante de Murcia da un poco de envidia ver tanto la calidad de las instalaciones como de la muestra, pero merece la pena.

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