De cine

Meryl Streep, princesa de Asturias

Meryl Streep junto a Robert De Niro en una escena de Enamorarse (1984) del director Ulu Grosbard.

Meryl Streep junto a Robert De Niro en una escena de Enamorarse (1984) del director Ulu Grosbard.

La Fundación Princesa de Asturias hizo pública la concesión del premio de las artes a Meryl Streep el jueves de la pasada semana. Reconozco que me mostré un tanto dubitativo en un principio. Este galardón ha recaído en nombres tan sagrados para el cine como Woody Allen, Ennio Morricone o Luis García Berlanga, y cualquier nuevo miembro de este selecto club me invita, casi siempre, a la reflexión. Debo aclarar que estos nubarrones que me atacan nada tienen que ver con la calidad interpretativa de la actriz. No hay lugar para la vacilación en este asunto. Con mis dilemas cinematográficos solo trato de encontrar su lugar en la historia de esta disciplina.

En mi repaso a su filmografía, dejando a un lado esa estúpida vara de medir que son los Oscar, mi primera parada es El cazador (1978), aquel monumento a la amistad que levantó Michael Cimino. El personaje de Meryl Streep, acorralada por la soledad y por el amor de dos hombres, es el contraplano a esos pobres chicos atravesados por la guerra. Hay tanta tensión en su reencuentro con Robert de Niro como en cualquiera de las escenas con ruleta rusa en las monstruosas selvas de Saigón. 

Antes de dejar a de Niro, y sin abandonar el delicado terreno de las relaciones prohibidas, debo mencionar Enamorarse (Ulu Grosbard, 1984), un título filmado a corazón abierto y con su pareja protagonista redescubriendo la vida en cada centímetro del callejero de Nueva York. Meryl Streep ha realizado posiblemente sus mejores interpretaciones en este tipo de melodramas. Para estos papeles se presenta como una especie de Madame Bovary de nuestro tiempo. Su rostro melancólico y su tremenda naturalidad han encajado a la perfección con esas mujeres casadas e infelices que únicamente encuentran la salvación en los brazos de esos hombres aventureros. Para la satisfacción de los cinéfilos quedan sus historias de amor con Robert Redford en Memorias de África (Sydney Pollack, 1985) o con Clint Eastwood en Los puentes de Madison (Clint Eastwood, 1995), los dos ochomiles de su extensa carrera.

En un ámbito más huracanado se sitúa La decisión de Sophie (Alan J. Pakula, 1982). Pese a estar, por densidad, muy próxima a aquellos infiernos sureños de Tennessee Williams, Meryl Streep ofrece otro recital interpretativo dando cuerpo y alma a una superviviente de Auschwitz. En esa noche cálida de Brooklyn sobrecogen sus testimonios con acento polaco y el final, para todos aquellos que somos padres, se contempla como una sentencia de muerte.

La actriz también tiene un lado oscuro que fue explotado con maestría en Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979). Es aterrador seguir los pasos de aquella madre que abandona a su familia y, tras año y medio, vuelve a por su pequeño con todas las de la ley, como si nada hubiese sucedido. También pertenece a ese rincón tenebroso su papel en La duda (John Patrick Shanley, 2008) y todas esas sombras que planean en aquel colegio de El Bronx con Philip Seymour Hoffman en el centro de la tormenta.

No puedo terminar esta ruta apresurada sin una mención a Mamma Mia! (Phyllida Lloyd, 2008), el musical donde Meryl Streep canta e interpreta las canciones del mítico grupo sueco ABBA con una destreza propia de las damas ilustres de la música. La escena con Pierce Brosnan al borde del acantilado paladeando los acordes de The Winner Takes it All es de las secuencias más bellas de nuestro tiempo.

Desde hace varias líneas tengo la sensación de estar escribiendo sobre una de las mejores actrices que ha dado Hollywood en los últimos 40 años, de las pocas que han seguido la estela de aquellas grandes figuras de la época dorada. Solo con esto el Princesa de Asturias ya está más que justificado. 

Sin embargo, pienso que la Fundación vuelve a dejar escapar otra oportunidad al no premiar a Clint Eastwood o a Steven Spielberg, dos creadores sin los que la historia del cine se hubiese detenido hace algunas décadas.

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