Limón&Vinagre

El patrón del Rey

El emérito y Campos conversan el pasado sábado en el pabellón municipal de Pontevedra.

El emérito y Campos conversan el pasado sábado en el pabellón municipal de Pontevedra. / Salvador Sas / Efe

Matías Vallés

Matías Vallés

Perfilar a Pedro Campos solo tiene sentido como coartada o trampolín para abordar a Juan Carlos I. El navegante, hoy los han degradado a regatistas, encabeza la nueva serie de amigos del jeque español de Eméritos Árabes Unidos, tras la sucesiva decapitación de anteriores remesas de cortesanos. El pontevedrés es un pluricampeón náutico tan transparente que su papel de coracero del residente fiscal en Abu Dabi obliga a gritar: «¡El Rey está desnudo!»

Frente a su carácter flemático, Campos es probablemente el único ser humano que ha arrojado a un Jefe de Estado a una piscina. El singular empujón tuvo lugar en el Club Náutico de Palma, para celebrar una nueva victoria de Juan Carlos I en la Copa del Rey, un triunfo obligatorio como el propio nombre del trofeo indica. La sintonía de un monarca con su círculo íntimo solo conlleva una exigencia, la anulación de la personalidad de los elegidos en la aureola del jefe.

Pedro Campos no preside esta página, al igual que el Real Club Náutico de Sanxenxo, por haber sido el primer patrón de un equipo español participante en la Copa América. Su protagonismo se debe a que en el primer regreso a España de Juan Carlos I, los expertos se devanan los sesos para descubrir a la atractiva, misteriosa y desconocida mujer que recibe al emigrado/fugitivo/exiliado en Galicia. Se trataba de Cristina Franze, la esposa de Campos y anfitriona del ilustre visitante, hasta tal punto se disuelven las biografías de quienes deben su proyección a la conexión con un mito.

«Su círculo íntimo»

La sustitución del inquietante príncipe georgiano Zourab Tchokotoua y del emisario Prado y Colón de Carvajal por figuras neutras, como el restaurador Miguel Arias o Pedro Campos, no solo refleja un cambio de rumbo hacia personalidades suavizadas. Refleja sobre todo el carrusel de afectos de un monarca implacable en la expulsión de miembros de su círculo íntimo. Sostener que se ha peleado con todos implicaría un plano de igualdad. En realidad, ha prescindido de todos. Una de las víctimas más notorias, Sabino Fernández Campo (en singular por excelencia, sin vínculo familiar con el navegante), celebraba en el monarca no tanto la habilidad en la selección de su entorno como la impavidez al fulminar a un adicto en cuanto no lo necesitaba. El emérito ha sido tan duro con sus amigos como con sus amantes.

El experimentado Pedro Campos es el patrón del Rey en el Bribón, perdón por la redundancia, lo cual obliga a una sobredosis de anonimato. ¿Qué hace por tanto concediendo frecuentes entrevistas y compareciendo en vídeos siempre en relación con su patroneado? El mismo papel que los sucesivos portavoces de los consejos de ministros, impedir que se divulgue ni una sola circunstancia que afecte a sus representados.

Las travesías más prolongadas de Campos no han transcurrido en la Admiral’s Cup ni en la Volvo Ocean, sino en el maratón de la RTVE Race antes de la primera venida de Juan Carlos de Borbón a España. Un maratón de casi 20 minutos ininterrumpidos delante de varios curtidos entrevistadores, que no le arrancaron ni una sola palabra sobre la circunstancia personal del Rey, objeto único y maldisimulado de la atención del ente. Campos se enfrenta a la prensa con un tempo exquisito, sin incurrir en sobresaltos y mucho menos en deslices, es tan monótono que ni siquiera precisa encubrirse en la retranca gallega. Los periodistas le hablan de la dureza del exilio, y el patrón responde impertérrito elevando al Rey a campeón mundial de vela, encareciendo sus raras habilidades náuticas. A menudo parece que habla del retorno a la competición del octogenario como si fuera el reingreso en los circuitos de Fernando Alonso.

Escuchando a Campos, nadie diría que Juan Carlos I sigue participando en regatas porque es el único deporte que se puede practicar acostado, algo que todavía no ha logrado el golf. El patrón que simboliza la vertiente marítima de Telefónica solo habla sobre el Rey, pero sin decir nada interesante del Rey. (Se llama aquí Rey a Juan Carlos I porque el Boletín Oficial del Estado así lo decidió, en atención a sus extraordinarios servicios a los españoles, en una resolución firmada por un tal Juan Carlos de Borbón y Borbón).

A través de Campos se vislumbra que al emérito le disgusta sobre todo su exilio de Mallorca. Un agente inmobiliario señalaría que Juan Carlos I ha perdido status al migrar del palacio mallorquín a la casa de su anfitrión en Sanxenxo, pero nadie debería llamarse a engaño sobre los lujos imaginarios del caserón de Marivent, donde lo único destacable son las vistas.  

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