La Feliz Gobernación

El señor de las letrinas

"Cuenta Hervías que al instante de que lo destituyeran de sus responsabilidades en Cs, llamó a Teo García Egea para ofrecerse al PP, que lo contrató como asesor, es decir, hasta le quita el mérito al ciezano de haber ingeniado por su cuenta que podría contar con un ariete a sueldo para desmontar el partido de Arrimadas"

El ex secretario de Organización de Cs, Fran Hervías, en un hotel de Madrid.

El ex secretario de Organización de Cs, Fran Hervías, en un hotel de Madrid. / XAVIER AMADO

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Quedé con Miguel Sánchez para almorzar en el restaurante Gayato, próximo tanto a su domicilio de entonces como a la sede de La Opinión. El Gayato, que ya ha desaparecido, estaba situado a la altura de lo que podría ser el segundo piso de un edificio, por tanto sin que los comensales pudieran ser vistos desde la calle, y en su interior estábamos tan solo quien entonces era portavoz parlamentario regional de Ciudadanos, dos camareros y yo. Nos despedimos a la puerta y cada cual regresó, él a su casa y yo a la redacción, por rutas distintas. Pocos minutos después, antes de llegar a mi destino, recibí una llamada de Sánchez: «Me acaba de llamar Argüeso [un lacayo de Fran Hervías en la secretaría de Organización del partido] para decirme: ‘ya sabemos quién filtra a ese periodista’, y me envía una foto de nuestra comida». Una foto imposible por las circunstancias del local, a no ser para un detective privado con habilidades para la invisibilidad, y esto a pesar de que nuestro encuentro no tenía nada de reservado. 

Ya en la actual legislatura, cuando Sánchez y Hervías coincidieron en el Senado, el que había sido el ‘hombre de negro’ de Albert Rivera le dijo al murciano: «Tengo mensajes, audios, fotos y vídeos tuyos para alicatar un cuarto de baño».  

La anécdota es expresiva de los métodos con que Hervías controlaba el partido y del particular sustrato bajo el que se presentaba la imagen candorosa de su líder fundador. Quien predicaba la regeneración democrática, Rivera, lo hacía desde una pulcra plataforma asentada sobre una letrina.

Este sistema de espionaje, grabaciones de llamadas y capturas de pantalla no era solo cosa de la cúpula nacional sino que estaba extendido a toda la organización, en particular, por lo que uno sabe, a la murciana. En Cs Murcia todos se grababan a todos, y lo más increíble es que todos lo sabían. Cuando hablaban entre ellos era como si lo hicieran para la radio. En el fondo era la manera de defenderse del espionaje, pues si todos se espían, lo espiado carece de interés. 

El otro día, gajes del oficio, tuve que pedir el libro de Hervías (Ciudadanos. La historia jamás contada, editorial Península) a una de mis libreras favoritas. Me sentí como Woody Allen en una de sus primeras películas, cuando su personaje pide en voz alta en un quiosco el magazine político Newsweek, y después, en tono quedo, la revista Supertetas para camuflarla entre las páginas del primero, con tan mala suerte que el quiosquero canta a voz en grito para su pinche el título de la segunda. Por fortuna, mi librera es muy profesional y me trajo el libro sin hacer escándalo del pedido, aunque creí percibir en su semblante una inquietud por la deriva de mis lecturas. «No le digas a mi madre que soy periodista; ella cree que soy pianista en un burdel», le dije, y me comprendió perfectamente.

Que Hervías haya escrito un libro llama la atención a quienes lo han conocido. Un exdirigente del partido me decía cuando le advertí que la cosa estaba a punto de salir: «Hervías no sabe leer, de modo que es imposible que sepa escribir». Exageraba, probablemente.

Lástima de dieciocho euros. El libro de Hervías es una masturbación (vulga paja), arte comprensible y hasta edificante siempre que tal actividad se reserve para el espacio privado, pues exhibido en público constituye obscenidad. En su caso, lo obsceno consiste en relatar como méritorio lo que objetivamente aparece para cualquiera como la confesión de un despropósito: tratar de construir un partido regeneracionista con procedimientos antidemocráticos, personalistas y caprichosamente encomendados al propio criterio.

Lo más gracioso es que mientras Hervías relata lo que hace mientras manda, todo es perfecto, aunque quede implícito que va defenestrando a quienes le estorban en su camino, pero cuando cae en desgracia entona el canto de las víctimas, como si él no hubiera ejercido antes el papel de verdugo. Tal como aquellos valedores de Stalin que cayeron en la cuenta del disparate cuando fueron enviados a Siberia.

Todavía es más hilarante cuando argumenta que Ciudadanos salía al paso de quienes estaban desengañados de la política, pues si en algún momento se dejaron engañar por el horizonte naranja, las intrahistorias que aparecen en este libro los disuarán para siempre de toda esperanza en los regeneradores de boquilla. Hervías dedica este libro a su hijo, para que cuando sea mayor sepa que su padre intentó liberar a España del sanchismo, pero queda claro que lo hizo con escasa habilidad y con manifiestas mentiras sobre la vocación de transversalidad que anunciaba. ¡Ah, el sanchismo, cuántos crímenes se justifican en su contra! 

Cuenta Hervías, para más señas, que al instante de que lo destituyeran de sus responsabilidades en Cs, llamó a Teo García Egea para ofrecerse al PP, que lo contrató como asesor, es decir, hasta le quita el mérito al ciezano de haber ingeniado por su cuenta que podría contar con un ariete a sueldo para desmontar el partido de Arrimadas. Fue Hervías quien ofreció sus servicios, pues si bien éste mostró gran torpeza para construir un partido capaz de accionar sus posibilidades para ejercer el poder, se las pintaba como él solo para desmontar otros ya existentes: primero, UPyD, y después, Cs. Todo, al final, en favor del PP. Vaya viaje. 

Parece mentira que la Región de Murcia, que tanto protagonismo ha tenido en la destrucción de Cs, apenas disponga de referencias en el testamento de Hervías. Y es que el libro acaba donde empieza lo interesante, justo en las fechas en que se produce la moción de censura PSOE/Cs contra el Gobierno del PP. Lo más destacado se refiere a la actual vicepresenta trepatrans del Gobierno regional, Isabel Franco, sobre la que dice que fue elegida para ser candidata autonómica como segundo plato, pues la primera opción era la presentadora de informativos de la televisión regional Carmen Vilches, pero ésta declinó finalmente el ofrecimiento. Era los tiempos en que iban buscando, según aseguraban literalmente, «una Arrimadas murciana: guapa, aparente, lista y con labia». 

Tal vez porque la elección de la candidata obedeció a criterios de cásting tan singular, Franco se dejó suplantar por Hervías en el photocall de la Asamblea Regional en la intervención ante la prensa de Cs en ocasión de la constitución del Parlamento autonómico, cuando sorprendió que un dirigente del aparato nacional de ese partido hablara en nombre de los diputados electos.

Sobre Valle Migúelez se extiende algo más: dice que la actual consejera trepatrans de Empresa «antepuso siempre el bien general al personal» (que Dios le conserve la vista), y que «se hizo cargo del partido en la peor situación, en la crisis generada por el bautizado caso Facturas, que nos llevó a intervenir desde la dirección nacional y que salpicó a los principales dirigentes del partido de entonces en la Región de Murcia». «No lo tenía nada sencillo», prosigue Hervías, pues «tuvo que remangarse en más de una ocasión por las disputas permanentes entre el ayuntamiento de Murcia y el grupo parlamentario». Pero no añade que a pesar de que el responsable del caso Facturas fue Mario Gómez, la dirección nacional mantuvo su confianza en él nada menos que como portavoz de Cs en la capital de la Región. 

Hay alguna mención de pasada para Francisco Álvarez o Miguel Sánchez (a quien atribuye falsamente el liderazgo regional de UPyD), y varias para Estanislao Vidal, por entonces concejal de Molina de Segura, sobre el que se intentó basar la creación de Cs en Murcia, aunque se quedó en el camino. Nada sobre Martínez Vidal, Alberto Castillo, Juanjo Molina o Mario Gómez. Es posible que éstos lo agradezcan.  

He dudado en titular este artículo «El señor de las moscas», pues la sinopsis estricta de la novela de William Golding es casi un relato paralelo de la historia de Cs, pero la lectura del libro de Hervías aconseja con más justicia la referencia a las letrinas. Es, en efecto, ‘la historia jamás contada’, pues nadie con vergüenza la va a repetir así jamás.  

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