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Pioneras de la medicina, olvidadas por la historia

Desde la Baja Edad Media hasta el siglo XVIII era frecuente la presencia de mujeres en la sanidad, principalmente ejerciendo como comadronas, aunque también ejercían como 'médicos de familia' y aprendían el oficio de sus padres o esposos, puesto que no tenían acceso a estudios universitarios

Pioneras de la medicina, olvidadas por la historia

Pioneras de la medicina, olvidadas por la historia / L.O.

Colectivo de Mujeres por la Igualdad en la Cultura

La falta de referentes científicos femeninos es una realidad a la que nos enfrentamos las mujeres. Marie Curie, Jane Goodall, Rosalind Franklin o Margarita Salas, son algunos de los pocos nombres de mujeres científicas que conocemos la mayoría. Pero la presencia de las mujeres en la ciencia ha existido siempre en la historia de la humanidad y uno de los campos en los que destacaban era el de la medicina.

El papel de la mujer como garante de los cuidados y del mantenimiento de la salud se ha mantenido a lo largo de todas las épocas de la historia. Las chamanas y «hechiceras» eran conocedoras de las propiedades curativas de plantas y las guardianas de recetas para sanar enfermedades y dolencias, y son muchas las deidades en las distintas religiones que están relacionadas con la salud. En todas las civilizaciones antiguas, desde el antiguo Egipto, hasta Grecia y Roma, hay evidencias del papel de las mujeres en la sanación de enfermedades y el cuidado de los enfermos.

Desde la Baja Edad Media hasta el siglo XVIII era frecuente la presencia de mujeres en la sanidad, principalmente ejerciendo como comadronas, aunque muchas de ellas también ejercían como «médicos de familia» y aprendían el oficio de sus padres o esposos, puesto que no tenían acceso a estudios universitarios, vedados a las mujeres, los judíos, y los mudéjares. Era frecuente que algunas de ellas continuaran con el oficio cuando quedaban viudas.

A pesar de no poder optar a los estudios universitarios, los médicos y cirujanos judíos destacaban por su prestigio y muchos de ellos llegaron a tratar a burgueses e incluso monarcas. Muchos de estos médicos eran mujeres a las que reyes y municipios les concedieron licencias especiales para ejercer su oficio.

En el año 1371, el Concejo de la Ciudad de Murcia otorgó a la judía Doña Jamila carta de licencia para poder ejercer en la ciudad y atender a los enfermos. Esta mujer, de la que apenas hay datos, aprendió su oficio de su esposo Yusuf y en la carta de autorización expedida por el cabildo de la ciudad, se señala el buen hacer y su pericia para curar enfermos. Jamila no accedió a la universidad, pero aprendió el oficio acompañado a su esposo como asistente.

La presencia de mujeres como médicos de familia en la Baja Edad Media es algo excepcional, ya que generalmente su labor se limitaba a ser matronas o curanderas. Las interesadas debían presentar una solicitud ante el Ayuntamiento, que pedía informes a otros profesionales antes de otorgar el permiso.

Jamila no fue la única mujer que ejerció la medicina en la Edad Media. Otra mujer judía y médica, fue Mencía González, natural de Aranda de Duero, que ejerció la medicina a finales del siglo XV. Existen documentos que verifican que «practicaba sangrías a enfermos que, a su juicio, lo necesitaban». De su existencia se tiene más datos que de Jamila, ya que se conserva una Real Ejecutoria expedida el 24 de julio de 1495 por los Alcaldes del Crimen de la Real Chancillería de Valladolid a petición de la propia Mencía, cuando las autoridades trataron de prohibirle el libre ejercicio de sus tareas sanadoras. Al parecer algún vecino la delató ante el licenciado Francisco de Tapia, juez de residencia de la villa, que la sentenció a abandonar la práctica de la medicina, la destierra y la carga con las costas del juicio. En el caso de no cumplir la sentencia, la condena a morir en la horca.

Pero Mencía González apeló ante las autoridades aduciendo que jamás se había extralimitado en las funciones que permitía su licencia y que nadie se había quejado de sus servicios. El tribunal revocó la sentencia, aunque Mencía tuvo que demostrar, ante un examinador, que estaba facultada para seguir ejerciendo la medicina. Se desconoce si realizó el examen y si volvió a ejercer.

Como Jamila y Mencía, en toda España fueron muchas las mujeres que ejercieron como médicas: Doña Belinda en Burgos en 1487, la Cirujana de Mojácar, Ginesa Martín en 1565, o judías como Na Çeti, judía médica de Valencia, o Na Pla, en Lérida y Na Regina y Francisca, en Barcelona. Todas ellas pioneras, desconocidas y olvidadas.

Recuperar sus historias es una labor necesaria que debemos realizar para que sus logros no permanezcan en el olvido.

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