Levedades

No somos felices

Juan José Millas

Juan José Millas

Al poco de que Jorge, un amigo recién separado, se instalara en nuestra casa, nos llamó Gloria, su mujer, para ver si también ella podía venirse a vivir con nosotros, pues se encontraba muy sola. Nos dio apuro confesarle que ya habíamos dado refugio a su ex y le dijimos que sí. Desde que se fueron los hijos tenemos dos habitaciones libres, un poco alejadas entre sí. Quizá, pensamos, pudieran convivir ocupando cada uno un extremo del pasillo. Esa noche, no obstante, hablamos con Jorge, le contamos lo ocurrido y le sugerimos que, si la situación le incomodaba mucho, volviera a su casa una vez que Gloria la hubiera abandonado.

—Ni hablar —dijo—, esa casa está maldita. Me quedo aquí.

—Pues no te dejes ver demasiado —le rogué.

Al día siguiente llegó Gloria, que no tardó en averiguar que su ex vivía con nosotros.

—Compréndelo —nos disculpamos—, los dos sois amigos nuestros. No podíamos aceptar a uno y rechazar al otro.

Gloria decidió que se quedaría un par de noches, mientras encontraba otro sitio.

—¿Pero por qué no te quedas en tu casa? —le pregunté.

—Las paredes se me vienen encima —se quejó.

Me extrañaba aquella aversión al chalé en el que habían vivido, tan cómodo y tan grande, con aquel jardín que era la envidia de los que conocíamos a la pareja. La cuestión es que el ‘par de días’ de Gloria se convirtieron en una semana y luego en dos y más tarde en una instalación definitiva. Jorge, por su parte, se sentía muy a gusto también en nuestro hogar y no daba muestras de marcharse. Al encontrarse en aquel territorio neutral, la pareja olvidó paulatinamente sus diferencias y no era difícil que desayunaran juntos, los dos en bata, mientras hablaban de esto o de lo otro. A mi mujer y a mí nos pareció que habíamos empezado a estorbar y nos sentíamos intrusos dentro de muestra propia casa. Un día Gloria nos sugirió que nos fuéramos al chalé de ellos, lo que nos pareció un plan perfecto. Llevamos aquí dos meses y es cierto que hay en esta vivienda algo diabólico que provoca discusiones que jamás antes habíamos tenido.

Nos gusta la casa, pero no somos felices en ella.

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