Erre que erre (rock and roll)
El divorcio de Olona
Que el vínculo afectivo entre dos personas a las que consideras amigos y has tenido cerca se rompa, es algo que sucede a diario. Pero no por eso puede resultar menos doloroso para el círculo que rodea a alguna de las partes de los 190.000 divorcios que acontecen en este país cada año.
La separación como pérdida, shock, enfado o tristeza para quienes la vivimos desde la barrera. Motivos habrán tenido, y tal vez lo más sensato por nuestra parte sea no decir nada, mantenernos al margen y no tomar partido. Todos nos creemos buenos consejeros cuando se trata de hacer funcionar el algoritmo en una versión básica que nos estimula a opinar sobre la vida de los recién distanciados. Más nos valdría el ofrecimiento de apoyo incondicional y disponibilidad mientras guardamos en un cajón una obtusa opinión que nos haga caer en el cuñadismo más ilustrado.
No es elegante legitimar y dejar claro de qué lado estamos poniendo como hoja de perejil al menos débil, salvo que una de las partes de la ruptura se apellide Olona y el ex-marido vista siglas de verde. No se me ocurre que nadie pueda tener como compañera de aventuras a un ser tan sumamente controvertido, vedette principal en la revista de la duplicidad, máxima negacionista (en su momento) de la violencia de género, que un día optó por abandonar al maltrecho carcunda que tenía como marido, ese que rechaza el concepto de materialismo histórico pero no la diferencia de clases, zascandil conservador de una moral ficticia con la que no siempre ha predicado.
Pues no va y suelta haber descubierto en el entorno de su familia política actitudes machistas, homófobas o racistas y se queda tan pancha... Y es que, en este divorcio es casi imposible posicionarse, ya nos avisaron tus maridos que hombría y carisma era ir con la verdad por delante olvidando matizar que por delante sólo llevan la verdad que les interesa.
Macarena, querida, créame si le digo que entendemos este cese definitivo de la convivencia y hasta seríamos capaces de compartir su dolor si no resultara una ficción, si no fueses parábola afilada de moralidad humana lograda con un uso escandaloso de montaje y doble exposición, si en la banda sonora de vuestro enlace no hubiese sonado Killing In The Name (Rage Against The Machine). Tu represión, su culpa, vuestra hipocresía, ya no sorprende. Has vendido el divorcio de tu partido cual señora compungida que visita un plató de programa de sobremesa, criticando vilmente a un exmarido que tampoco admite, por sus actos, un mínimo y suave golpecito en el hombro.
Vendetta y exceso de ego al tolerar ese trato de casada si tal como cuentas, desconocías que extrema derecha y decencia son antagonistas. Si al contrario eras consciente, es, desde luego, para hacértelo mirar y,de paso, que tu próximo drama lo produzca Bizarrap.
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