El Prisma

¿Que gobierne la lista más votada?, el oportunismo de Feijóo

Pablo Molina

La propuesta del presidente del Partido Popular de alcanzar un pacto entre los partidos políticos que permita gobernar a la lista más votada es una trampa absurda que solo se puede entender por el pavor de los populares a formar gobiernos con Vox tras las próximas elecciones autonómicas y municipales. Además, constituye un contrasentido en un sistema parlamentario como el nuestro, en el que no se vota al candidato a ocupar la presidencia del Gobierno nacional, autonómico o local de que se trate, sino al parlamento nacional, autonómico y al pleno municipal del que más tarde ha de salir el presidente, votado por todos los representantes electos.

El pacto propuesto por Feijóo no ha sido tomado en serio ni por sus propios barones, que han obviado la ideíca de su jefe, conscientes de que una medida de esas características no puede plantearse a cuatro meses de unas elecciones. Pero es que, además, una reforma del sistema electoral de ese calado necesita un consenso que está muy lejos de producirse, a tenor de lo que opinan el resto de partidos políticos de España sobre este asunto.

¿Para qué lanza Feijóo este globo sonda? Pues fundamentalmente para cubrirse las espaldas cuando a partir del próximo 26 de mayo se vea obligado a formar gobiernos de coalición con Vox, argumento que la izquierda utilizará para movilizar a su electorado de cara a las elecciones generales que se sustanciarán pocos meses después. De esta manera, cuando interpelen a Feijóo por esta circunstancia, el líder gallego dirá que estas cosas pasan por no dejar gobernar a la lista más votada, como él propuso meses atrás.

Pero es que incluso en el caso de que se impusiera el mandato de que gobierne la lista con más sufragios, esa circunstancia no genera por sí misma la estabilidad política que pretende ser el motivo central de la proposición del líder popular. Lo hemos visto en innumerables ocasiones, en las que partidos minoritarios en la oposición han decidido sobre las cuestiones más importantes de una legislatura y han derribado gobiernos aunque fueran los más.

En realidad, la única reforma que puede contar con el apoyo mayoritario de los ciudadanos españoles es limitar la sobrerrepresentación de los partidos regionalistas y nacionalistas, que únicamente con los votos de su terruño determinan toda la política nacional. La fijación de un porcentaje mínimo en todo el territorio nacional para entrar en el Congreso de los Diputados, como ocurre actualmente en los parlamentos autonómicos, evitaría que partidos con menos de 300.000 votos como Bildu, obtenidos en una sola autonomía poco poblada, condicionen la política laboral de toda España negociando en igualdad de condiciones con el Gobierno de la Nación.

Pero ese debate no lo quiere abrir nadie, a pesar de que la inmensa mayoría de los ciudadanos estaría de acuerdo en explorarlo y votar sobre él en referéndum. Lo de la lista más votada es una propuesta oportunista, si bien es cierto que se trata de una circunstancia que se daba de manera natural en los tiempos de Felipe González y Aznar. En aquella época de bipartidismo casi perfecto se imponía el criterio tácito de dejar gobernar al partido que hubiera sacado aunque solo fuera un voto más que el segundo clasificado. La llegada de los nuevos partidos se llevó por delante también ese sistema pacífico de alternancia, como se llevó también un cierto sentido de la decencia en la acción pública, que convertía a los representantes de los demás partidos en adversarios y no en enemigos que hay que destruir como hace la ultraizquierda cerril.

Suscríbete para seguir leyendo