El Prisma

¿Una nueva guerra del agua?: marcando el paso y a contrapié

J. L. Vidal Coy

J. L. Vidal Coy

Desde el miércoles la pregunta de si hay una nueva guerra del agua suena a mera retórica. Todo indica que así es. A pesar de los esfuerzos de la ministra Teresa Ribera por evitarla declarativamente. En un fárrago de datos, informes, estadísticas, recopilatorios, hechos históricos y prospecciones sobre el controvertido asunto del Trasvase Tajo-Segura queda claro que hay nuevo conflicto. También se ve, viendo el ambiente político, que el PP quiere marcar el paso -en durísima competencia con Vox- y el PSOE marcha a contrapié.

Eso no es nuevo. Sí lo es que está meridianamente claro que las condiciones actuales y futuras en la cuenca cedente y en la receptora han cambiado radicalmente si se comparan con las de 1980, cuando empezó a llegar agua por el canal. Además, hay constancia de que empeorarán progresivamente en el futuro por mor del calentamiento global, de la sobrexplotación y contaminación de acuíferos, del agotamiento de la tierra, de la escasez progresiva de precipitaciones… Nada de esto parece estar en la agenda de los promotores de esta nueva guerra del agua. Como tampoco parece que tengan en cuenta que los cambios que se pretenden sobre los caudales ecológicos del Tajo vienen impuestos por cinco sentencias del Tribunal Supremo en 2019.

No es de extrañar lo anterior, pues se ha entrado en una dinámica permanente de aceptar las normas que convienen y rechazar las que no, ignorando textos legales como sentencias o la Constitución misma. Ejemplo: el bloqueo viejo de cuatro años de la renovación del CGPJ. La ministra se lo sabe. «No debemos ir a una nueva guerra del agua donde se invierta lo que se invierta siempre hay una diana a la que disparar», declaró Ribera tras desgranar un cúmulo de más de 8.000 millones en inversiones hasta 2027, repartidos en 1.100 para Murcia, 540 para Alicante y 44 para Almería. Unos dineros que incrementarán «más de 150 hm³ la desalación», subiendo de sobra «el agua que se necesita» y procurando «costes razonables» asumibles por los agricultores.

Nada de eso parece valer para quienes no quieren oírlo. Tampoco las soluciones intermedias como la que propone el valenciano Ximo Puig. Los trasvasistas prefieren asirse para autoespolearse a las rígidas posturas del manchego García Page, aferrado al cumplimiento de las sentencias. Tampoco sirve el recordatorio de que dos legislaturas de Rajoy ni mejoraron los problemas del Trasvase ni aumentaron los volúmenes de agua cedida. Así que la guerra parece declarada, a pesar de los intentos gubernamentales por suavizar el año electoral.

Los meses hasta el 28 de mayo son un escenario en el que las diatribas sobre el Trasvase dan al PP un arma propagandística de valor inestimable (como siempre se la han dado: ‘Agua para Todos’). Cuidado: también a Vox, que se mueve como pez en el agua en ese terreno abonado químicamente cuyas escorrentías pudren el Mar Menor.

Ahora que el lobby agroindustrial nucleado en la Fundación Ingenio parece haber apostado por Vox en detrimento del PP por su tibieza, la formación de Abascal se antoja como una fuerza electoral temible para los de López Miras precisamente donde más votos obtuvo aquella en pasadas elecciones: Campo de Cartagena.

En esta batallita local contra la ‘derechita cobarde’, el PP sale perjudicado. La potencia de Vox entre los regantes y sus adláteres amenaza claramente la hegemonía de los populares: los ultraderechistas, apoyados en Ingenio, marcan el paso ahora. Pero el PSOE es el que más pierde: va a contrapié. A los demás se les ve de lejos aunque intenten tener presencia. El ambiente queda más que caldeado para mayo. Este nuevo conflicto puede ser decisivo mientras se ignoran asuntos que determinan la calidad de vida de los ciudadanos: Sanidad, Enseñanza, Servicios Sociales, salarios etc., arrastrados por la fuerza del agua.

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