Por un cine Rex vivo

Cine y mítines en el Rex

El cine Rex durante la Guerra Civil.

El cine Rex durante la Guerra Civil. / L. O.

Pascual Vera

Pascual Vera

Cine y mítines. Ese podría ser el lema durante la Guerra Civil de aquel Central Cinema, nombre que llevó el cine Rex en aquellos tiempos. Eran momentos en los que la amargura de la contienda impulsaba a numerosos espectadores a hacer buena parte de la vida alrededor de las salas cinematográficas, a cuyas puertas se agolpaba el público, y en el interior de los locales, para asistir a los mítines enardecedores de los partidos, a las películas de corte documental que intentaban ofrecer una visión positiva de los hechos bélicos del momento y, sobre todo, las llenaba de aventuras y de situaciones cómicas –tenían mucho éxito, como hoy, los filmes de Estados Unidos protagonizados por Clark Gable, Greta Garbo, Katharine Hepburn, Gary Cooper, Marlene Dietrich, Spencer Tracy y el resto de las grandes estrellas norteamericanas del momento-, con filmes como La farándula trágica, La isla del misterio, El fantasma negro, Tres lanceros bengalíes, Cena a las ocho, Mares de China, Delirios del trópico, Deseo, El novio de mamá o La verbena de la paloma. Uno de los títulos más celebrados fue el documental Murcia, que incluía desfiles de tropas y ofrecía una visión de la vida en la Murcia en guerra. La película comenzaba con un ‘flashback’ en el que un soldado murciano destinado al frente recibía una carta de su familia y, al leerla, recordaba su tierra, lo que daba oportunidad a la cámara para mostrar las labores agrícolas de nuestra región, las conserveras, la industria de la seda… 

A continuación se veían escenas bélicas. El final era emotivo, pues después de fallecer el soldado en el frente, llegaba la noticia al padre y, tras enjugarse las lágrimas, continuaba con sus labores agrícolas con una frase en off demoledora: «Murcia da sus frutos y sus hombres para la guerra». El cine se venía abajo

A pesar de la no existencia de cambios en la programación, las salas comenzaron a transformar su actividad y a adoptar nuevos cometidos, algunos desconocidos hasta entonces, encaminados a infundir ánimo entre los contendientes republicanos. Los mítines fueron un fenómeno muy frecuente durante el período de la contienda. Fue el Central Cinema, con 24, el cine de la capital que más mítines y funciones a beneficio del sector republicano albergó. Partidos, sindicatos y entidades antifascistas de todo tipo pasaron por el cine Rex, proyectándose a veces películas de corte documental exaltadoras de determinadas figuras revolucionarias o hechos del lado republicano. Además de cine, el Rex ofreció durante este período teatro, flamenco o recitales de poesía. Instituciones sanitarias de variado tipo fueron protagonistas de diversas galas y homenajes: Cruz Roja, Socorro Rojo Internacional, funciones pro-manicomio… 

En 1938 se proyectó en el Central Cinema la película soviética Tchappapief, el guerrillero rojo, y antes, en la primavera de 1937, se había homenajeado a García Lorca, asesinado por los franquistas en agosto de 1936. En el acto intervino Carmen Conde.

La empresa Iniesta en general, y el Central Cinema en particular, vieron desfilar por sus salas millones de espectadores durante la contienda, convirtiéndose a un magnífico lugar para olvidarse de la triste realidad en la que estaba inmersa la población. Con un panorama tan desasosegante como el de estos años, el cine (en el Rex los precios oscilaban entre 30 céntimos y una peseta para general y butaca), sin duda el divertimento más popular en esos momentos, se erigía más que nunca en la fábrica de sueños de la que había hablado Ehrenburg. Las carteleras tranquilizaban a los espectadores diciendo que «habrá luz a la salida», ya que las sesiones acababan hacia las 12 de la noche, cortándose el alumbrado público alrededor de esos momentos. Años más tarde, a mitad de los ochenta, el propietario del circuito Iniesta comentaba a este cronista que aquellos años fueron de una asistencia a las salas de cine de Murcia como nunca se ha conocido, ni antes ni después. «Eran llenos hasta la bandera, y todos los días», afirmaba.