El prisma

En el callejón sin salida

¿Tiene futuro el Trasvase Tajo-Segura?

J. L. Vidal Coy

Después de tanto negacionismo ambiental y boicot soterrado a la desalación, ahora resulta que es casi la única alternativa viable para suplir el descenso continuo del Tajo y de las precipitaciones, por mucho que la agroindustria siga llorando por subvenciones al precio del agua

Las preguntas dicotómicas comprometen las respuestas hacia la rotundidad negativa o positiva, como en los referéndums. Con los datos y perspectivas de que se dispone, no quedaría otra respuesta que un ineludible ‘no’ a la cuestión de si el Tajo-Segura tiene futuro. Lo peor es que el interrogante debería haberse planteado hace mucho tiempo para buscar soluciones a problemas que son patentes de antiguo. En ese caso, no estaría abocada la contestación del interrogante a la negatividad inapelable.

El alcance y magnitud de la macro-obra pública del canal de marras siempre estuvieron sobredimensionados: nunca jamás se cumplió la previsión del Aprovechamiento Conjunto del Tajo/Segura de 1971 de que los máximos trasvasables serían 600 hm3 anuales, con la posible ampliación hasta 1.000 en una segunda fase. A partir de ahí, la demanda se disparató; las superficies regables se expandieron sin tasa ni tino y el negocio de la agricultura intensiva se convirtió en el vellocino de oro, con perjuicio para el regadío tradicional y con un descontrol que ha llevado al ahora mismo de la llegada del lobo: no hay agua suficiente para tanta hectárea dudosa o directamente ilegal y cada vez habrá menos.

De lo segundo no tiene la culpa ninguna gestión local, autonómica o estatal. Simplemente, el calentamiento global aboca a la creciente escasez hídrica y sus dificultades multiplicadas. Todo se estaba viendo venir desde hace, al menos, tres décadas y de manera paralela al deterioro del Mar Menor en particular y del entorno ambiental en general.

Sin embargo, en las provincias trasvasistas los intereses económicos de agroindustria y turismo llevaron al negacionismo radical de la realidad ambiental, a una cerrazón absoluta a posibles alternativas como la desalación y a campañas de demandas hídricas sobredimensionadas que pivotaron demasiados años en el famoso «Agua para Todos» que tan buen resultado dio, visto lo visto.

Primero se intentó desde el trasvasismo paliar la caída de los caudales disponibles en el Tajo planteando un nuevo canal desde el Ebro, aberración económica y ambiental a la que ningún Gobierno en Madrid iba a estar dispuesto, ni siquiera uno del PP. Más recientemente la agroindustria se ha ingeniado para hablar de ‘conectar’ el Duero con el Tajo y alimentar el Segura: así seguiría disfrutando un recurso que no alcanza porque no se tiene. Una situación similar a la de un negocio de tallado de diamantes en bruto en la estepa castellana: no se puede depender para subsistir de lo que no se posee.

Después de tanto negacionismo ambiental y boicot soterrado a la desalación, ahora resulta que es casi la única alternativa viable para suplir el descenso continuo del Tajo y de las precipitaciones, por mucho que la agroindustria siga llorando por subvenciones al precio del agua, con tal de mantener sus engranajes de obtención del máximo beneficio al menor coste posible, rayano, si puede ser, en el regalo gracioso.

Aunque, constatado como está el resultado de algunas aventuras de desalación que han terminado en sonados fiascos como la gran planta de Escombreras, no es de extrañar cierta reticencia frente a esa manera de obtener agua para riego y para consumo humano. Pero no hay otra alternativa viable a medio plazo y se echa ahora en falta que no hubiera una apuesta más decidida por ella en el pasado.

Y que siga sin haberla, pues los 340 Hm3/año desalados del Plan del Segura 2022-2027 no se antojan suficientes si no se recorta la demanda. Así el agotamiento del Tajo-Segura sería la manida «crónica de una muerte anunciada».A no ser que las estrategias cambien de forma notable y se apueste decididamente por la desalación y la explotación racional de acuíferos. Lo demás es alargar el callejón sin salida.

Suscríbete para seguir leyendo