ENTRE LETRAS

Policiaca de cercanías

Francisco Javier Díez de Revenga

Fernando de la Cierva (Murcia, 1958) ha publicado en Alfar (Sevilla) su primera novela policiaca, aunque no es la primera narración que escribe, entre las que Un invierno en Filadelfia, Juan de la Cierva y su autogiro, logró su reconocimiento como narrador ameno, original y auténtico. Ha vuelto a demostrar su calidad con esta novela tan distinta, Entonces supe que iba a morir, cuyo argumento bien construido, sus personajes y el desarrollo de la intriga propia del género lo acreditan como un buen observador de la realidad capaz de hacerla funcionar en un ámbito de ficción total.

Policiaca de cercanías

Policiaca de cercanías / Francisco Javier Díez de Revenga

Las experiencias personales del autor, médico otorrino y gestor de un hospital, le dotan de una capacidad de observación implícita e inherente, que De la Cierva en absoluto ha desaprovechado. De esta manera integra, en el argumento estrictamente policial, el apasionante mundo de un hospital, en el que una buena parte de la trama se desarrolla por exigencias sin duda del guion. Y es muy legítimo que el autor se implique en cierto modo, como médico, en la trama de la novela, de la que en teoría se debería mostrar distante. Lo cierto es que tal inmersión no afecta al argumento que, muy en el canon del género policíaco y de misterio, sigue los pasos imprescindibles para llevar a buen fin el argumento.

La novela policiaca española ha surgido en las últimas décadas con originalidad y con potencia y a su fertilidad se han dedicado ya tesis doctorales, porque ha conseguido desde aquí ocupar, en la historia de tan veterano género, un lugar muy aceptable. Tardó mucho nuestra literatura española y nuestros escritores se demoraron en lograr que el género policial alcanzara aquí la categoría que ahora sin duda ha conseguido. Y una de las aportaciones que consolidan su éxito se basa en que los espacios, por fin, son nuestros espacios, pueblos y lugares de España, urbanos y rurales, con su naturaleza, con sus calles y rincones, con sus paisajes. El lector se siente entonces especialmente atraído porque ya no hay que estar en Londres, en París, en Nueva York, en Chicago, en Venecia o en Berlín, para que el crimen, su investigación y la resolución del caso se sitúen en espacios familiares. El factor de la proximidad genera verosimilitud y acrecienta el aprecio de todo lector atento.

Fernando de la Cierva lo sabe bien y ha partido desde su despacho de director médico de un hospital bien conocido de Murcia para situar, en espacios que a cualquier lector de aquí le reconfortarán y le harán mucho más cercana la novela y la historia tan tremenda que contiene. Proximidad y verosimilitud. Pero este, con ser importante, es un acierto circunstancial. Porque con ingredientes y con escenarios conocidos el autor ha llevado a cabo una estupenda novela para lo cual ha creado unos personajes muy sólidos, sobre todo los policías al frente de la investigación, un hombre y una mujer, pero también todos los demás, y ha acertado al establecer una estructura novelesca impecable en la que distribuir los materiales narrativos, que le ha funcionado a la perfección. Porque ha dotado a sus criaturas literarias de una voz de narrador que ha ido alternando y distribuyendo meticulosa y cuidadosamente a lo largo de toda la novela, en la que no hay un narrador omnisciente, pero si, afortunadamente, un lector omnisciente, que ha recibido, incluso de manera exclusiva y de primera mano, a través de estas voces alternadas, cuantos datos e informaciones tiene que conocer.

Y es muy cierto que, a la amenidad de la novela, tan bien escrita, contribuyen poderosamente los argumentos secundarios vinculados justamente a la historia de los propios personajes, cuyas voces narrativas revelan igualmente datos que son necesarios para que el lector comparta con ellos su vida, pasión y milagros. Otra de las dotes de este novelista, ya puesta de relieve en su anterior narración, es su capacidad de ambientación conseguida con la multiplicación de los escenarios y el dominio de los diversos canales profesionales de los que se sirve: el mundo del hospital, pero también los despachos de la policía judicial de la UDEV.

El funcionamiento de las estructuras profesionales, los contactos e intercambios con otras policías extranjeras, culminan en un convincente y bien armado argumento que el lector ha ido conociendo paulatinamente. Para que, al final, como ocurre en todo relato policiaco que se precie, todas las piezas encajen y lo inexplicable sea explicado. Y todo envuelto en constantes reflexiones sobre los comportamientos humanos para mostrar muy incisivamente los oscuros recovecos del alma humana, por la que el autor, médico humanista al fin, muestra siempre un interés especial.

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