Síguenos en redes sociales:

Ángel Montiel agradece el reconocimiento de Socio deHonor de Hay Un Tigre Detrás De Ti.ISRAEL SANCHEZ

Periodismo indomable

Palabras de respuesta de Ángel Montiel al nombramiento de Socio de Honor de la asociación cultural 'Hay Un Tigre Detrás De Ti'

Como diría Lina Morgan, agradecido y emocionado solamente puedo decir: gracias por venir.

Al subir a este escenario del Teatro Romea me he acordado de mi amiga La Pijaca, que daría todavía hoy lo que fuera por ponerse unas mallas de rejilla, echarse una boa por los hombros y cantar desde aquí esa canción y otras coplas pícaras. La Pijaca, que tenía vocación a medias consumada de vedette de revista, me acogió ‘gratis et amore’, junto a su marido, Luis Muñoz, en su piso de Barcelona cuando me marché allí, hace demasiados años, a estudiar Periodismo en la facultad de Bellaterra.

El periodismo me tiraba desde que iba a la escuela. Me fascinaba escuchar Radio Juventud, Radio Popular de Lorca y Radio Nacional. Guardaba las perras gordas de las sobras de los mandados de mi madre para comprar cada semana la revista Mundo Joven. Los miércoles me apostaba junto al kiosko del Leño en la calle Corredera cuando a media mañana una furgoneta descargaba enormes paquetes con los semanarios, que olían a tinta de imprenta, y miraba sus portadas como un niño el escaparate de una confitería. No me perdía un programa de Estudio Abierto, de Íñigo. Y leía de la primera a la última página los ABC atrasados en casa de mi abuelo, que los renovaba trayéndolos de la panadería de una señora a la que rondaba.

Un buen día, acabado el Bachillerato, mi amigo mayor Pedro Guerrero y su mujer, Juani Blanco, que ahora se llama Yoanna porque ella así lo ha decidido, me auparon a la cabina de un camión de Transportes Colón que hacía el trayecto Lorca-Barcelona, y me metieron en el bolsillo 20.000 pesetas de las de entonces, una pequeña fortuna. El camionero me dejó en Mercabarna, y desde allí me dirigí, dejándome guiar por la gente, a Casanova, 3, 5, 7, donde vivían Luis y la Pijaca.

Desde ese centro de operaciones me empeñé en buscar trabajo, pero mi único contacto, mi amiga, ya fallecida, Ángela Ruiz, que estudiaba quinto, me advirtió: «En Barcelona hay muchos periódicos, pero poco trabajo». Así que pronto comprendí en la práctica que mi sueño duraría lo que tardara en gastar las 20.000 pesetas.

Con el último resto compré el billete de vuelta en aquel tren borreguero, y regresé a Murcia con un propósito: ser periodista a toda costa, en la convicción de que el periodismo se aprende practicándolo. Empecé haciendo revistas literarias, cosas de radio y articulillos por aquí y por allá, trabajos editoriales (gracias, José Manuel Garrido), cinco años en TVE, y bien, aquí estoy. Pero no he venido a leerles mis memorias. Estas notas son solo un apunte del capítulo de agradecimientos, para que las personas que ayudaron desde el principio a aquel chaval del campo de Lorca entusiasmado por el periodismo, con más instinto y voluntad que conocimiento, sepan que no las olvido. Gracias.

Tigres

Y gracias esta noche a esta asociación cultural de nombre tan inquietante, Hay un Tigre Detrás de Ti. Hasta ahora era consciente de que tenía algunos tigres, y no pequeños, delante de mí, y no sospechaba que además tuviera otro detrás. Pero es claro, ya que estoy aquí, que en este caso se trata de un tigre amigo, cuya segura intención es guardarme las espaldas. «Oh ponientes, oh tigres, oh fulgores del mito y de la épica», decía Borges en su poema El Oro de los Tigres. Y también decía Groucho Marx que no quería ser socio de un club en el que lo admitieran como socio, y menos socio de honor como es mi caso. Pero por Victorio Melgarejo y su equipo merece la pena hacer un excepción. Gracias.

Uno no trabaja para que le den premios, sino para ganarse honestamente el jornal, pero a nadie le amarga un dulce. Me siento especialmente abrumado por compartir esta distinción con personalidades como Paco Jarauta, Marta Nieto y Pilar de Yzaguirre. Ante él y ellas me siento como López Vázquez: «Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo».

Dedicatorias

En el capítulo de dedicatorias no me puedo olvidar de mi familia. De mis padres ya fallecidos (mi madre guardaba recortes de mis artículos en los cajones de su máquina de coser Singer), de mis hermanas Cati y Lali, de mi cuñado Ginés, de mis sobrinas Julia, Mari Ángeles, Mari Cruz, Ana y Alberto, de mi ahijado Ginés, y menos del último retoño, Candela, que acaba de cumplir un año, y que me tiene pintada la sonrisa en la cara desde que nació. No hay mayor consuelo para un carlanco como yo que ver cómo rebrota la vida a su alrededor.

Y a mi otra familia de parte de Elena, a quien simbolizo en sus hermanos Eduardo, Santiago y Concha, y en Marta, a quien he visto nacer, crecer y madurar.

Y a Elena. Que me sacó de la perdición de los bares de copas, de las cenicientas de saldo y esquina y de esas ventas del fino Laína. Me tumba en el sofá, me tiende una manta por encima, y cuando escribo me suele traer a la mesa un vaso de agua. Yo a veces le leo libros y cosas. Ella ha intentado domesticar, con relativo éxito, al animal salvaje que encontró en la calle, y por eso le debo mi infinito agradecimiento y amor. Gracias, Elena. T. Q.

La Opinión

Esta distinción es nominal, pero yo no tendría alma si no la extendiera a mis compañeros y compañeras de La Opinión, quienes están ahora y quienes han estado en esa casa desde sus principios (saludos, Paloma Reverte). Cuando empecé en el periódico, pronto hará 35 años de esto, era uno de los redactores más jóvenes, y fui aprendiendo de los veteranos. Ahora ya soy el abuelo de la redacción, y sigo aprendiendo de los jóvenes. Pegándome a ellos combato mi alergia al siglo XXI.

También la extiendo al editor, Javier Moll, que ha venido manteniendo este faro de libertad e independencia contra vientos y mareas, y al director general, Juan Ramón Gil, que es un rompeolas contra el que estallan a veces los furiosos tsunamis que provocan algunas de nuestras informaciones o de mis artículos y que los devuelve suavemente al mar en rigor de la profesionalidad y de la libertad.

Y también, claro, a mi director, José Alberto Pardo, que carga con este fardo de la vieja guardia haciendo que no me sienta un trasto desubicado. De paso, lo felicito por haber convertido a laopiniondemurcia.es en el medio digital líder de la Región, según el medidor comúnmente aceptado. Gracias por prestarme tanta libertad que, a veces, produce vértigo.

Periodismo

Desde hace un tiempo se ha puesto de moda la palabra libertad: este el Gobierno de la libertad, este es el partido de la libertad... ¿Qué querrán decir? ¿Qué mercancía averiada nos querrán vender con el manoseo de tan hermosa palabra? Quienes por edad vivimos la Transición de la dictadura a la democracia, añadiendo a aquel gozo el de que entonces éramos jóvenes y ansiosos, sabemos muy bien lo que decimos cuando hablamos de libertad. Sabemos que las libertades se conquistan desde abajo, no se otorgan desde los Gobiernos.

Desde luego, de lo que nunca hablan es de la libertad de expresión. Quienes gobiernan la conciben como el recurso que tienen los medios para glosar sus acciones e iniciativas. Toda noticia incómoda o análisis crítico los entienden como agresiones impropias. Su modelo de medios responsables son las mal llamadas televisiones públicas que, salvados sean sus profesionales, son chiringuitos alabanciosos, aparatos institucionales de agitación y propaganda, conectados además a pespunte a los gurús que diseñan la imagen y las estrategias políticas de gobierno.

Y quienes están en la oposición a veces creen que los medios independientes estamos para ayudarles, para apoyarles sistemáticamente, ya que si somos críticos con el poder deberíamos hacer piña para combatir a ‘los malos’. También se equivocan. La oposición de hoy podría ser Gobierno mañana, y la experiencia nos indica que no solo no modelarían la concepción de quienes gobiernan, sino que la reproducirían sin empacho. El periodismo sin sesgo solo se debe a sus lectores o usuarios.

Y esto, por no hablar de los que decían venir a regenerar la democracia. Algunos, si pudieran, pudieren o pudiesen pondrían un comisario político en cada redacción para decidir cómo tenemos que hacer las entrevistas y qué detalles hay que indicar en las portadas. No lo imagino; basta con leer sus tuits. O comprobar cómo desde sus webs o podcats ponen en la diana a periodistas concretos, con nombres y apellidos, sencillamente porque no les bailan el agua.

Para unos, la prensa forma parte de un sistema al que combaten y, por tanto, también ella debe sucumbir. Al estigmatizar a la prensa esos sectores intentan evadirse del escrutinio que a los medios corresponde hacer en un sistema democrático, y se sitúan más allá del bien y del mal.

Pero la mayoría sabe muy bien que sin prensa libre no hay democracia. Thomas Jefferson, el tercer presidente de Estados Unidos, dejó dicho, ya en 1787: «Periódicos sin Gobierno son mejores que un Gobierno sin periódicos». ¿Queremos un Gobierno sin periódicos?

Bien, no quiero parecer pesimista. Les he hablado de algunas turbulencias, pero benditas sean las turbulencias, porque éstas son consustanciales al oficio y a la función que hemos de desempeñar. Lo importante es que sepamos estar, cada cual en su lugar. Los políticos, a hacer política; los periodistas, a hacer periodismo. Y en medio, un permanente conflicto, sin el cual la información y los análisis que la ponen en contexto serían sospechosos.

Termino citando a Umbral, cómo definía, a su particular manera, el periodismo: «El periodismo avisa al ciudadano, advierte a las putas e inquieta al Gobierno».

Brindemos por un periodismo indomable.

¡Regístrate y no te pierdas esta noticia!

Ayúdanos a adaptar más el contenido a ti y aprovecha las ventajas de nuestros usuarios registrados.

REGÍSTRATE GRATIS

Si ya estás registrado pincha aquí.