La Opinión de Murcia

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Lola García

Murcia D.F.

Lola García

El urbanismo crea monstruos

El chalé ilegal que un particular está construyendo en El Valle, en una zona en la que no se puede hacer ese tipo de edificaciones, demuestra la debilidad de las normas y del Ayuntamiento de Murcia frente a los que cometen atropellos medioambientales

Chalé ilegal que se ha levantado en El Valle. L.O.

La ley siempre beneficia al infractor. Esta lapidaria frase, o breve pero contundente reflexión, no la pronunció ningún pensador, filósofo o legislador de la antigua Grecia o de la Roma imperial. Ni siquiera un político moderno, de esos que van contracorriente o son provocadores natos. La idea es de un funcionario de la Concejalía de Urbanismo del Ayuntamiento de Murcia y se ha hecho buena estos días con el chalé ilegal que se ha levantado en El Valle, una zona que debiera estar más vigilada para que no haya desaprensivos que la puedan destrozar.

La lapidaria frase fue pronunciada ante un nutrido grupo de periodistas hace ya casi dos décadas a raíz de un curso sobre urbanismo y normas urbanísticas, organizado por el entonces responsable de la cosa, Fernando Berberena, que en su afán de hacer pedagogía con algo tan árido como la construcción y el suelo, intentó ilustrar a los plumillas que, lógicamente, se quedaron con la boca abierta cuando el empleado municipal soltó ‘ese bombazo’.

Y lo argumentó muy bien. La maraña administrativa en la que se enredan los expedientes cuando alguien comete una infracción juegan siempre del lado del infractor, que también tiene a su favor la poca sagacidad de las administraciones y el paso del tiempo, que suele correr, la mayoría de las veces, en contra de los procesos burocráticos. A nadie le extrañe que verdaderos atentados urbanísticos sigan en pie en esta país y que en Murcia, por concretar el espacio más próximo, cada año salgan como setas edificaciones en lugares no aptos para acoger ladrillo.

Son incontables las construcciones clandestinas de la huerta, hechas a espaldas de las normas urbanísticas y de la Administración local, que vive en una mirar para otro lado desde que se tiene uso de razón de la destrucción de los espacios naturales. Cientos de edificaciones sin control que jalonan caminos y ponen en peligro el ecosistema que da identidad a esta tierra. Y no solo casas. También naves industriales, piscinas, cobertizos, restaurantes, aparcamientos, etc.

Y si faltaba algo, la destrucción del territorio a base de construir autovías que cercenan los pueblos, los estrangulan y los dejan sin poder hacer otros desarrollos que el marcado por el hormigón y la automoción. El zenit de tanta incompetencia se ha visto claramente esta semana con el chalé que un particular está construyendo junto al Valle. Un vecino dio la voz de alamar y el Ayuntamiento ordenó paralizarla obra, una decisión que el promotor de la obra desoyó, ya que los trabajos continuaron. Después, la Concejalía decretó su precinto y mandó a la Policía Local, tras enviar el caso a la Fiscalía (puede ser un delito ecológico penado con cárcel). 

Sin embargo, la propiedad, lejos de amilanarse ante los policías, siguió dando trabajo a los albañiles, que regresaron en cuanto la patrulla se marchó. Y ahora qué pasará. Qué otras medidas podrá emplear la Administración local ante tal atropello. O, por contra, tendrá que tragar con esta infracción hasta que un juzgado determine si debe o no derribarse la obra.

Está claro que el urbanismo mal gestionado genera monstruos de difícil control, que esparcen con sus acciones la idea de que la impunidad es una posibilidad a la hora de gestionar un espacio natural, que debería conservarse como la joya que es. Sería bonito que alguna vez la frase que pronunció el funcionario no se hiciera realidad y que la ley, por una vez, protegiera los tesoros naturales de un municipio muy contaminado. Por nadie pase.

Cabos sueltos

Los carriles bici de la ciudad necesitan un repaso El Ayuntamiento de Murcia está promocionando los carril bici en su nuevo modelo de movilidad, una idea muy adecuada para los tiempos que vienen, pero debería también prestar atención a los que ya están construidos, que están pidiendo a gritos un repaso. Prácticamente, están trufados de baches , socavones y pintura que no se ve, unos detalles que ponen en peligro a las personas que transitan por ellos y que en nada invitan a su uso. Incluso, los de nueva construcción, como los del barrio del Infante, que han sido levantados para meter tubos y ahora parecen un campo de minas.


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