La Opinión de Murcia

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Jutxa Ródenas

Erre que erre (rock and roll)

Jutxa Ródenas

Hazlo sin mirar

Jutxa Ródenas.

A veces sólo se necesita un chute de vitamina emocional para sacar fuerzas ante las vicisitudes que te presenta la vida. Querer, desear hacer como potenciados para ser y sentirnos capaces. Al final todo queda reducido a voluntad y disciplina, aunque ve y dile a alguien que ande por la calle para subsistir trabajando en algo que no le gusta que muestre sus grandes sueños y será capaz de cambiar la historia. Entre el deseo y la respuesta del mismo existe, la mayoría de veces, una distancia incalculable, infinita e interminable.

A punto he estado de no publicar mi columna esta semana, convencida de que pocos la echarían de menos. Se puede pasar un jueves estupendo sin una lectura en prensa, pero soy de las que piensa que, cuando adquieres un compromiso, el grado de responsabilidad y perseverancia con ese pacto es inamovible (sirva también para el amor, el propio y el de con otro), a pesar de las adversidades.

Jamás dejó de sorprenderme la manera tan soez, fácil y transigente con la que muchas personas asumen promesas que jamás van a cumplir; de nada sirve esa obsesión de ofrecer todo si al final se queda en nada. No dejan de ser charlatanes encumbrados envueltos en insustanciales mentiras casi siempre colmadas de indiscreción, pregoneros de aparentes novedades que al final sólo venden humo.

Pero basta, no quiero que esto parezca una descripción gráfica de aquel ex sacado del Alto Guadalentín al que no le dolían prendas de mandar un ‘te amo’ reenviado, recuerda no apostar jamás contra los que no tienen nada que perder.

Pues eso, contra todo pronóstico, una intervención quirúrgica de oftalmología no ha impedido que, atropelladamente haya podido entregar mi escrito, eso sí, he tardado en hacerlo el doble de lo normal y no he podido dejar de pensar en cómo Diane Schuur pudo tocar el piano ‘de oido’ desde niña, tras rechazar las dificultosas partituras en braille.

Qué fuerza interior empujó a Ray Charles para fusionar la música góspel y el blues hasta convertirlo en el icono que fue y sigue siendo a golpe de teclado o soplando un saxofón. Cómo puede haber un multiinstrumentista del nivel de Stevie Wonder con esa capacidad pasmosa de hacerlo todo tan bien, tocar una armónica, una batería o un piano mientras compone pasmosamente las canciones más brutales de la historia musical. No lo digo yo, lo avalan 20 Grammys, señores, 20.

Borges y la literatura. Tete Montoliú y el jazz. Marla Runyan y sus cuatro medallas en unos Juegos Olímpicos. Louise Braille y la magnitud en un diseño del sistema de escritura y lectura universal para personas con discapacidad visual. Y yo aquí, cual Elle Driver (Daryl Hannah) en Kill Bill (Quentin Tarantino, 2003) enfermera, letal y tuerta pensando en dejar de hacer algo que tanta satisfacción me produce . Al final, nada es más placentero que la sensación de conseguir eso de lo que no te creías capaz.

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