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Noelia Arroyo, sola ante el peligro

Que a Arroyo la elijan presidenta local del PP por la conveniencia de que ese cargo coincida con su condición de candidata a la alcaldía no significa que domine realmente la organización. Su reto es empezar a hacerlo una vez nombrada, porque toda la estructura está forjada por el presidente saliente

Joaquín Segado, Fernando López Miras y Noelia Arroyo. IVÁN URQUÍZAR

Dicen que dicen que un buen día, tras el congreso regional del PP, quien era presidente de ese partido en Cartagena, Quino Segado, se dirigió a Fernando López Miras y le dijo algo así: "No quiero ser un problema en Cartagena. Noelia es alcaldesa y optará a la reelección. Entiendo perfectamente que es ella quien debe ocupar mi cargo". Cuesta creerlo, pero no hay fuente en el PP que asegure lo contrario. O sea, que tal vez sea como dicen que dicen.

Al final, parece que Segado llegó por sí mismo a la conclusión de otros dirigentes del partido. En su día, Pedro Antonio Sánchez, que diseñó la bicefalia: Quino al partido, Arroyo a la alcaldía. El presidente del PP en Cartagena resultó el único de entre sus colegas de la Región que no se convirtió en candidato electoral, lo que implícitamente sugería que su imagen o sus capacidades no eran las adecuadas para ser elevado al cartel. Consecuencia: la impresión durante la anterior campaña electoral fue que el PP de Cartagena no echó los restos en el apoyo a su candidata, paloma suelta impuesta desde el aparato regional.

El PP perdió las municipales en la localidad, y no había combinación posible de acuerdos para el gobierno con fuerzas afines hasta que se hizo el milagro, para sorpresa del propio PSOE, del pacto con los concejales socialistas, lo que se tradujo en la expulsión de Ana Belén Castejón y del resto de los electos por ese partido. A pesar de haber perdido las elecciones, Arroyo sería alcaldesa durante los dos años finales del mandato municipal. De este modo quedaba reforzada como futura candidata y prolongaba la excepcionalidad cartagenera de la bicefalia, que si bien también se había producido en la larga etapa de Pilar Barreiro como alcaldesa y Francisco Celdrán como presidente, en aquel caso sucedió por mera complementariedad y con singular armonía, cualidades que no se daban en el caso de Arroyo y Segado, dada la situación forzada.

En la cúpula del PP tenían muy claro que había que resolver esta anomalía para lo que es habitual en ese partido, y el secretario general nacional, Teodoro García Egea, dispuso que, llegado el momento, Arroyo ocuparía la presidencia, tanto si Segado colaboraba como si se oponía. En refuerzo de esa opción, eligió Cartagena como una de las plazas de aquel curioso congreso itinerante del PP, significándola como la única etapa que no era capital de provincia. Todo por Arroyo.

Pero la caída de Teodoro dejó en el aire aquel diseño, y todo quedaba en manos de López Miras, quien nunca se había pronunciado, ni siquiera en el interior de su partido, acerca de lo que convenía hacer al respecto, aunque cabe suponer que opinaba igual que PAS y que García Egea. Todo apuntaba a que, en algún momento, el presidente regional habría debido avisar a Segado de que le tocaba retirarse. Pero éste es perro viejo, y las ve venir, de modo que no es extraño que se adelantara, poniéndole las cosas fáciles a López Miras: "Presidente, no quiero ser un problema en Cartagena". Y así, en pocas horas de ceremonial, sin sarpullidos ni polémicas, Arroyo fue elegida presidenta local de su partido. "No me gustan las bicefalias" es lo único que alguien ha podido escucharle después al presidente.

En el último congreso regional del PP, Segado se convirtió en la práctica en el número 3 del partido, acumulando competencias en las áreas decisivas, y hasta sonó para consejero en una remodelación del Gobierno que López Miras no se atrevió a hacer a principios del actual curso político y que, según oídos de proximidad, todavía no ha descartado del todo.

Son signos de que Segado, a pesar de su relevo en Cartagena, goza de la plena confianza del presidente regional. A éste se le ha escuchado decir que el cartagenero "es un político inteligente y valioso, a quien voy a tener siempre a mi lado". Tal vez deje caer este subrayado porque en su conversación con Segado, éste expuso un solo matiz para la cesión de su cargo: "No tengo ningún inconveniente en darle la vez a Noelia, entiendo que así debe ser, pero no quiero que parezca que me echan, como si fuera un elemento tóxico". Así que todo se ha desenvuelto mediante acuerdo, armonía y buenas palabras.

¿Generosidad o maquiavelismo? Noelia Arroyo ya tiene lo que quería, el mando absoluto en plaza. Pero esto significa que a partir de ahora todo lo que compete al PP cartagenero, éxitos o fracasos, es cosa de su responsabilidad. Ya no se podrá decir, si el resultado de las próximas municipales no es satisfactorio, que el partido no ha empujado lo suficiente. Es ella la máxima dirigente, un poder orgánico que nunca había tenido, pues su trayectoria política no incluye protagonismo alguno en su partido. Todo el proceso de su ascensión y promoción, antes al Gobierno regional y después al Ayuntamiento cartagenero, ha venido determinado por la confianza en su talento y habilidades, sin haber tomado tierra en las interioridades de la organización. Lo contrario que Segado, que se ha hecho valer en la política regional desde la fortaleza de su poder territorial.

Por otra parte, que a Arroyo la elijan presidenta local del partido por la conveniencia de que ese cargo coincida con su condición de candidata a la alcaldía no significa que domine realmente la organización. Su reto es empezar a hacerlo una vez nombrada, porque toda la estructura está forjada por el presidente saliente.

El expresidente ya no está ahí, pero está su gente, que es la que hay, y no hay más, pues los partidos a veces no crecen porque sus dirigentes no quiere que crezcan, ya que prefieren dominar sobre los militantes controlados que arriesgar con crecimientos que no pueden controlar. Y si las cosas no salen bien, es previsible que alguien salga a decir: "¿Lo ves? Ya lo decía yo".

El pasado jueves el PP de Cartagena celebró su primera reunión con Arroyo como presidenta, y algún corresponsal nos relata la gran concurrencia y el desatado ánimo que se concentraba en la sede. Todo cambio es estimulante, y además hay que hacerlo visible mediante gestos, porque en otro caso no parece un cambio. La flamante presidenta parece decidida a ‘abrir el partido’, y esto por la cuenta que le trae. Se dispone, según dicen sus próximos, a admitir sin complejos a quienes vengan a apoyarla desde los predios de Pilar Barreiro (hasta ahora tabú por su apoyo a la archenera Patricia Fernández en el ámbito regional), del saliente Segado (encastillado entre sus estrictos leales) o de la vieja o la nueva guardia. Todo reclutamiento es poco, venga de donde venga, porque las expectativas del PP en Cartagena no parecen mejoradas hasta el punto de permitir auscultar un escenario de mayoría ni por sí mismo ni en confluencia con otras fuerzas que puedan complementar sus resultados.

Noelia Arroyo se juega ahora más que antes, pues está sola ante el peligro. Tiene todo el poder para decidir la estrategia, con el añadido de que ha de hacer valer sus dos años como alcaldesa más los dos previos como vicealcaldesa en relación feliz con su antecesora socialista. Ya no hay pretexto que valga. Manda en todo, es responsable de todo y las exigencias se concentran en ella. Si el partido no se moviliza en una situación de extremo apuro en la perspectiva electoral, es ella quien tendrá que responder.

Cuenta con apoyos externos. En primer lugar, el del Gobierno regional, pero los recursos de éste son más bien escasos. Y, desde luego, con la muy potente y solvente Autoridad Portuaria, presidida por Yolanda Muñoz, uña y carne. Pero a este propósito, un alto dirigente del PP me comentaba hace unos días: "Segun el modelo de Cartagena, Yolanda debería ser la candidata a la alcaldía de Las Torres de Cotillas, ya que es la presidenta del partido en esa localidad. Y no hay que descartar que se le exija dar ese paso". No supe distinguir si se trataba de una ironía o una reticencia, pero lo cierto es que ante las incertidumbres que se avecinan, desde la cúpula del PP pretenden advertir sobre que no hay zonas de confort para nadie.

La nueva candidata del PP dispone de algunas teóricas ventajas para revalidar su cargo. El candidato del PSOE, Manuel Torres, no es la opción más brillante para que los socialistas avancen, sino todo lo contrario: su influencia política está localizada en un único barrio de la ciudad, carece de proyección pública, es una personalidad formada en lo orgánico, sus métodos de supervivencia política son inconfesables y se desconoce absolutamente todo lo que puede aportar a una ciudad fabulosa como Cartagena, que demanda ideas, proyectos e imaginación. El candidato socialista es una calamidad, lo que en primer lugar significa un plus para el nuevo partido de Ana Belén Castejón, quien a pesar de haber sido expulsada del PSOE por pactar con Arroyo, sigue siendo un ‘animal político’ de primera categoría. Sus expectativas tal vez no fueran extraordinarias de partida, pero visto que el PSOE no hace ningún esfuerzo para recuperar Cartagena, a su halda pueden ir los votos de los decepcionados por esa alternativa. Y si crece Castejón a costa del PSOE será buena noticia para Arroyo, ya que el pacto entre ambas está servido. La única inquietud de Arroyo respecto a Castejón es que ésta no aspira solo a morder al PSOE sino que indaga en la transversalidad cartagenera incurriendo en espacios que el PP considera propios.

Pero esto último es casi lo de menos, porque el problema es que cuando una y otra despiertan, José López (MC) sigue estando ahí. Y ya no habrá Ciudadanos para ayudar a ponerle cortafuegos, y ni siquiera Vox para completar mayorías, pues en las municipales López se hace con el voto útil de Vox. Y la perspectiva es que el nuevo candidato del PSOE aspira a pactar con López.

Noelia Arroyo lo tiene muy difícil, que es tanto como decir que le queda mucho trabajo hasta el día de las elecciones. No está nada claro que Cartagena se sume al PP de una u otra manera. Y esto, dada la importancia de la ciudad portuaria en el contexto regional, nos lleva a una pregunta: ¿Se pueden ganar las elecciones autonómicas perdiendo las municipales?

Se da por supuesto que el PP ganará en la Región de Murcia y que seguirá gobernando, con apoyo parlamentario de Vox y hasta con éste en los bancos del Gobierno, pero si hacemos un repaso por los municipios el votante del PP puede verse decepcionado. De hecho, en la dirección regional de los populares aseguran que no disponen de encuestas autonómicas (a la espera de la próxima del Cemop), pero sí de un panel de prospectivas municipales. Según éstas obtendrían buenos resultados en Murcia capital con José Ballesta ("nadie ha pensado en cambiar de candidato, porque la relación ‘coste-beneficio’ no compensa", dicen en la cúpula); más pendientes de Vox en Lorca, conscientes de que el alcalde socialista dispone de un buen saque, pero estaría dependiente de IU, y resignados en Molina de Segura porque las encuestas les dictan que el alcalde del PSOE es muy apreciado incluso por los simpatizantes del PP: "Siendo así, en Molina en vez de atacar al alcalde deberemos hacerlo a Pedro Sánchez", dicen. En el Mar Menor, apostarán por lo seguro (Luengo en San Javier, por ejemplo), aunque Los Alcázares, donde apenas disponen de organización, la dan por perdida.

No hay confianza en dar un vuelco en las municipales (los alcaldes del PSOE parecen resistir), y para derribar ese muro se lanza a la batalla local a pesos pesados de la política regional, como Víctor Martínez, ya confirmado como candidato a la alcaldía de Santomera ("lo ha pedido él", dicen para que no suene a castigo, como parece, después de que fuera portavoz parlamentario del PP en la novena legislatura), o se sugiere el nombre de la actual portavoz del partido, Miriam Guardiola, como alcaldable de Cieza, una política que empezó por arriba, pero a la que se enviaría el mensaje de que ‘hay que currárselo desde abajo’. O Pablo Cano, quien fuera jefe de gabinete de Teodoro García, para la alcaldía de Blanca.

La esperanza de López Miras parece residir en la ‘doble papeleta’, es decir, en que muchos de entre quienes sigan votando al PSOE o a otros para las alcaldías se acuerden de que él compite con Pepe Vélez, si es que éste existe realmente.

En tamaño contexto, Cartagena es principal, y Noelia Arroyo ha conseguido su objetivo. Ya es la jefa. Pero si la cosa no le sale bien no dudemos de que la estarán esperando a la vuelta del picoesquina: Segado con gabardina y brillantina.

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