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Nostalgia en noviembre

Nostalgia en noviembre José María Martínez Selva

El mes de noviembre está dedicado, al menos en los primeros días y dejando aparte los disfraces festivos, al afecto, recuerdo y honor a las personas que ya no están. Me aparto de esta costumbre para llamar la atención sobre otra añoranza por el pasado, la nostalgia y sobre sus efectos beneficiosos.

La nostalgia o añoranza del pasado es un sentimiento relativamente frecuente, hasta un 80% de las personas lo experimentan al menos una vez por semana. La desencadenan recuerdos de acontecimientos felices, de gran alegría, como celebraciones o éxitos personales o profesionales. La experiencia de esta emoción mixta es mayormente positiva, provoca bienestar y reduce el malestar. En el lado negativo puede hacer surgir sentimientos de depresión, pérdida, tristeza o lamento por un feliz pasado y por un presente no tan bueno. Evocan los recuerdos situaciones muy variadas: presencia de una o más personas, música, paisajes, imágenes de allegados u olores, por ejemplo. Es un sentimiento diferente del malestar, a veces muy fuerte, que invade al residir un largo tiempo lejos del entorno que nos es familiar.

La mayoría de las veces quien experimenta la nostalgia recuerda situaciones significadas, compartidas con allegados. Estos sucesos pueden adquirir una envoltura narrativa, como los esfuerzos continuados detrás de una meta o la forma en que un fracaso o un gran problema encuentra su superación o solución. Además de mejorar el estado de ánimo, estos recuerdos y los sentimientos asociados refuerzan los lazos sociales cuando se narran a otros.

Es innegable que un amable filtro mental borra o atenúa en la memoria lo malo del pasado y resalta lo bueno. Esta distorsión no siempre es buena y puede ser una forma de autoengaño, al tomar por cierto lo que recordamos y al empujar a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Los psicólogos defienden que la nostalgia contribuye a adaptarse a un entorno voluble, a menudo desfavorable o amenazador. Recordar sucesos felices de la infancia ayuda a tolerar mejor dolores físicos de baja intensidad, una forma de analgesia emparentada con el efecto placebo. Dado que tiende a aparecer más con estados de ánimo negativos, como la soledad, se piensa que sería una forma de afrontar o contrarrestar situaciones vitales negativas y serviría para regular o controlar emociones. Contribuye a ello el verse a uno mismo de una forma más favorable, coherente con un pasado idílico.

Estudios recientes refuerzan este papel de la nostalgia en personas ancianas y en pacientes de cuidados paliativos, en cuyas narraciones prevalece. Compartir memorias se vuelve muy importante y escogen para recordar los mejores momentos de su vida. A menudo, en sus narraciones idílicas no sucede aparentemente nada, sino que son solo sucesos simples de la vida cotidiana, relacionados con la infancia o juventud, en los que interactúan con otras personas. Uno de sus beneficios es reducir los efectos negativos de los pensamientos relacionados con la muerte. Rememorar experiencias pasadas positivas les ayuda a dar sentido a la vida, a pensar menos en la muerte y a percibir el mundo de una forma más coherente y con significado. Estas investigaciones han generado procedimientos terapéuticos basados en el recuerdo.

El pasado ayuda a estas personas a enfrentarse a un presente difícil, y no es tanto un intento de escapar de la realidad como un alivio. Debemos escuchar y prestar más atención a lo que nos cuentan. No podemos detener la vejez ni el ataque de la enfermedad mortal, pero les ayudaremos a sufrir menos y a vivir mejor mientras estén entre nosotros.

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