La Opinión de Murcia

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Jutxa Ródenas

Erre que erre (Rock’n’roll)

Jutxa Ródenas

La Yesería

La Yesería Jutxa Ródenas

Monasterios, iglesias, sinagogas, abadías, templos, pagodas, mezquitas... Lugares de culto donde numerosos fieles acuden para reunirse en asamblea y manifestar la devoción hacia el Dios o los dioses que presiden el espacio. Afortunados somos los que elegimos la libertad de nuestras convicciones éticas, de conciencia y opinión, por eso visitamos los espacios mencionados que, además de belleza, desprenden gran espiritualidad.

Cada uno tiene suyo. Pero el mío, mi lugar de calma, sosiego, quietud y concordia, alegría y plenitud es un bar abierto en Murcia hoy hace la friolera de treinta años y se llama La Yesería. Es el espacio donde siento que encajo, el lugar en el que me permito brindar calidez y hacer sentir bienvenidos a los invitados que deciden desconectar sabiendo que la mejor banda sonora la van a encontrar aquí.

Me deleito pensando en partidas interminables de futbolín junto a Nacho Vegas, Kaiser Chiefs o aquella eterna entre miembros de Los Marañones y los escoceses Teenage Fanclub mientras el himno que es Everything Flows sonó por casualidad desde la cabina. Recuerdo con lágrimas de felicidad poner a barrer a la banda de Coque Malla o a Yo la tengo, con la premisa de dejar todo preparado para el día siguiente y poder así tomar una copa a puerta cerrada... ayyy el valor de lo que se cuenta a puerta cerrada es indescriptible. Quedarme boquiabierta cuando a pocos minutos de haber sonado I guess you’re right de The Posies, el mismísimo Ken Stringfellow entrase por la puerta por la que ya no querría salir. O ver en el escenario a Rami Jaffee de Foo Fighters dedicarme la canción más bonita del mundo en ese momento.

Porque si las paredes de este lugar hablasen darían testimonio de innumerables historias de amor y desamor robadas en sus rincones. También de uniones amistosas que aún perduran, cuántas veces habré escuchado eso de «Nos conocimos aquí». Un bar, un simple bar como eje de la vida social de muchos, como punto de encuentro y escapatoria de un mundo paralelo. Un bar cargado de abrazos, concesiones, palmadas en la espalda y miradas cómplices. Testimonio vital de quien más sufrió el reflejo impactante de una pandemia; y aquí sigue, como un junco, mostrando resiliencia, exaltando identidad a golpe de cadera y sudor.

La tradición contrapuesta, apostando siempre por un ambiente que lejos está de estereotipos y súperventas, maravilla en este tiempo es que casi todos conozcan el nombre de la camarera que les atiende y les escucha sin dejar de ser, como en todos los bares, la pieza indispensable del puzzle, el estandarte más fiel y disponible para quien, a veces, no sólo necesita beber.

Estoy de aniversario, y mi cometido es celebrarlo con ustedes. Por eso, qué mejor que en mi casa que es La Yesería. Un bar resumido en cuatro columnas que cuentan historias y cantan canciones de Los Enemigos, León Benavente, Second o M Clan... Y de otros muchos que no necesariamente habitan tonadas pero que siempre serán parte de nuestra historia.

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