La RAE define a las personas leales como «alguien que es incapaz de traicionar o engañar, actúa con respeto y fidelidad a sus principios morales, a sus compromisos o hacia la persona que lo ayuda, protege o mantiene». Es decir, lealtad es sinónimo de respeto, de nobleza, de rectitud, de honestidad, entre otros valores morales y éticos.

Cualidades que no parecen atesorar muchos políticos del PP como se ha puesto de relieve en la caída de Pablo Casado (hemos aprendido que denunciar posibles corruptelas te puede hacer perder el sillón), al quuien los compañeros que eligió para acompañarle le han dejado hundirse sin miramientos.

Bueno, no todos, porque si yo fuese Alberto Núñez Feijóo correría a ofrecerle a Pablo Montesinos, el todavía vicesecretario de Comunicación del PP, la continuidad en la ejecutiva de ese partido, porque lo que hemos visto con la caída de Casado nos hace pensar que la lealtad en su partido (me temo que en todos los partidos) es algo muy extraño y que cuando surge alguien con esas cualidades es mejor no dejarlo escapar: quien es leal una vez, lo es siempre.

Núñez Feijóo tiene mucha experiencia como gobernante (es presidente del PP gallego desde 2006 y de la Junta de Galicia desde 2009), pero sabe muy bien que el salto es considerable, sobre todo porque ha sido espectador privilegiado de lo ocurrido con Pablo Casado y del cinismo de la mayoría de los que deben a éste el asiento en el Parlamento (y alguna presidencia autonómica), que aplaudían con desfachatez en su despedida mientras pedían un congreso extraordinario para dejarlo caer de manera vergonzosa. Por todo ello, teniendo en cuenta la poca lealtad de que han hecho gala los diputados del PP, Núñez Feijoo debería tomar nota y ofrecerle ya a Montesinos que continúe, porque un hombre que hizo lo que él, el día en que Casado se despedía del Parlamento, saltando como un resorte de su asiento para acompañar al vencido presidente del PP, subiendo en el ascensor del adiós con los ojos arrasados en lágrimas, es un hombre que merece la pena tener al lado.

Pablo Casado se ha venido equivocando estrepitosamente en su labor como jefe de la oposición, dando bandazos, no sabiendo tomar las decisiones adecuadas en modo alguno, olvidando que para ganar unas elecciones hay que mostrar rasgos de hombre de Estado en algún momento. Pero eso ha brillado por su ausencia durante su tiempo al frente del primer partido de la oposición. Sí, se ha equivocado mucho, pero acertó al elegir a un periodista honesto, Pablo Montesinos, para vicesecretario de Comunicación del PP. Un hombre, tan poco apegado al sillón ( no ha hecho de la política su modo de vida), que ya anunciaba en Twitter que dejará la vida política después del congreso extraordinario del partido del que saldrá la nueva dirección: «He trasladado a Pablo Casado mi decisión de dejar la vida política tras el congreso del PP. Ha sido un auténtico honor ser diputado por mi tierra, Málaga. Estoy muy orgulloso de haber formado parte del proyecto de Casado y deseo lo mejor a la próxima dirección del partido».

Es la despedida de un señor, de un hombre que merece el aplauso de todos. Por eso he querido recordarlo en este rincón. Seguramente porque me siento identificada con él por su condición de periodista, pero también por esa manera suya de entender la política como un servicio a la idea que le llevó a ella. Y vemos tan pocos ejemplos así (Casado continua dándole vueltas a eso de ¿tú también, Bruto?) que no puedo por menos de resaltar su figura, en contraste con otras muchas de ejemplo reciente en nuestra tierra, donde el sustantivo lealtad es algo desconocido.

«Creo que he sido honesto todo este tiempo», ha dicho Montesinos. Y ha dicho bien.