Llamó la atención y provocó las iras de los fiesteros. Bob Dylan, considerado antes como el padre de los hippies y aburguesado ahora con los millones que le proporcionan sus continuas tournées de cantante. Cuando desembarcó en la isla hecho un perfecto señorito, el desencanto y los denuestos de sus amigos de antes resonaron en toda ella.

Muchos de sus antiguos camaradas, indignados, lo trataron de traidor de la buena causa y le dieron el remoquete de «hombre de plástico»: la mayor injuria que se puede lanzar contra un hombre en la terminología hippy, pues en su jerga el símbolo más cabal y exacto de esta sociedad industrializada y burguesa es el plástico.

Este año las iras de los hippies, festivamente reunidos en la isla de Wight se las ha llevado la hija de un profesor de Física que trabaja para la Unesco: una mejicana universalmente conocida por su pura voz de cantaora del folklore de su tierra nativa; a la que se conoce menos en su otro aspecto de chica comprometida en una obra pacificadora, que cree firmemente en la eficacia de la acción de la no violencia.

«Todo el mundo me dice ingenua», declaró en una ocasión,̶ «y lo soy. Pero sé que el pacifismo activo no consiste simplemente en echarse por tierra para enternecer a alguno».

Con los beneficios de sus discos y sus giras ha fundado una escuela pacífica, donde en seis semanas se enseñan los principios y métodos de la no violencia.

Recorriendo las ciudades, prefiere cantar gratuitamente en las universidades y firmar pingües contratos para otras partes. Su acción en favor de los más desafortunados le ha valido el sobrenombre de la «madona de los menos amables».

Mas he aquí que este año los hippies, que también dicen laborar por la paz, invitaron a Joan Báez, ̶como el año anterior a Bob Dylan,̶ a cantar en su festival de la isla de Wight, y los insultos a ella fueron más estertóreos e irritados que los que el año anterior habían dedicado a Dylan. ¿Razón? Ella se negó a cantar si no era debidamente pagada. Luego, en una larga conferencia de prensa, se defendió con estos razonamientos:

̶«Tengo que vivir. No estoy sola. Y, ¿quién pagará mi avión? ¿Quién pagará a mi empresario? Si los hippies quieren organizar un festival gratuito, muy bien, ¡que lo hagan ellos!»

Estas sórdidas cuestiones de dinero ponen de relieve una vez más el callejón sin salida en que se ha metido el movimiento hippie.

La droga ̶tan cara̶ y el amable ocio no resuelven ningún problema. Esta evasión y este inconformismo ̶calificado de místico por algunos̶ distan mucho del misticismo auténtico. La verdadera mística supone un compromiso con el combate de Cristo por la justicia, la libertad y el amor; y con sus armas propias. Por otra parte, la contestación de Jesús no salió a flote sino después de treinta años de oscuro trabajo manual en el taller de Nazaret.

̶»Esta generación está desesperada y sedienta de amor…», ̶ha declarado Joan Baez.

Sí, pero solo Dios puede devolverle la esperanza y saciar su sed.

(Encontrado en una vieja revista, Sígueme, del año 1951).

Los desmemoriados

Todos declaramos sin especial rubor que a menudo nos falla la memoria. ¡Excusa tantos olvidos y patinazos! En cambio, no creemos ni nos decimos ni consentiríamos que nos dijesen que no tenemos talento. La memoria paga los platos rotos. Mejor dicho, la poca memoria. Como la del propietario de dos burros, que ingresaron en los almacenes de objetos perdidos de una ciudad.

Fueron encontrados abandonados en una calle de la capital en espera de la aparición de su dueño.

Olvidar un par de burros no es frecuente. Sí lo es no acordarse de los favores que hemos recibido y estamos recibiendo continuamente. La parábola del leproso agradecido tiene hoy justa vigencia. La vida, la salud, el aire y el sol nos han sido servidos en bandeja. Y nosotros… ¿Irá nuestra memoria a parar a la oficina de objetos perdidos?