Uno de los primeros viajes que hice con este periódico como una especie de enviado especial fue a la sede de Puertos del Estado en Madrid. Se presentaba el proyecto de lo que los medios de comunicación bautizamos como el ‘superpuerto’ de Escombreras, que no era otra cosa que una gran ampliación de la dársena del valle industrial con el fin de dar cabida a grandes petroleros y que permitiera atracar a más de un buque a la vez, con el fin de evitar largas horas de espera fondeados que, según me enseñaron los que entienden de esto de la actividad portuaria, es tiempo y, por tanto, dinero perdido.

Una de las salas del ente público estaba presidida por una gran maqueta de la bahía de Cartagena que mostraba, por un lado, la dársena que da a nuestro casco urbano y, por otro, la de Escombreras, donde ya se reproducían a escala las nuevas explanadas y muelles del proyecto. Por entonces, llevaba año y medio en la redacción y apenas alcanzaba el cuarto de siglo. Era finales de los años 90 y encarábamos el nuevo milenio con nuevos bríos en una ciudad que había vivido demasiados años grises de crisis industrial. Recuerdo al entonces presidente de la Autoridad Portuaria, Adrián Ángel Viudes, pegado al cristal que protegía la maqueta y explicando los detalles de la misma a todo el que quería escucharle. Lo hacía con esa irrefrenable pasión que le ponía a todo lo que acometía, la misma que le hacía ganarse tanto amigos como enemigos, que le acusaban de ser algo así como un encantador de serpientes.

Ese énfasis se acrecentaba cuando recalcaba con orgullo que la nueva infraestructura portuaria cumpliría también la función de la anhelada regeneración de la bahía de Portmán, ya que los grandes y profundos cajones que se instalarían para crear las nuevas explanadas del ‘superpuerto’ se rellenarían con los estériles mineros que se extrajeran de la bahía unionense. De este modo, decía el dirigente portuario, se resolvía el problema medioambiental de dónde depositar esos estériles. Todo encajaba a la perfección, al menos en la cabeza de Viudes y, en ese momento también, de Puertos del Estado, que acogía la presentación del proyecto.

Trabas y dudas. Como ya he dicho, agonizaba el siglo XX y, ahora, cuando ya le hemos dado un buen bocado al XXI resulta curioso comprobar cómo han evolucionado el Puerto y sus proyectos desde aquella presentación. Al poco tiempo, comenzaron a surgir las trabas medioambientales y las dudas sobre la conveniencias de que se sepultaran los estériles mineros en aquellos gigantescos cajones. Tan problemática se tornó la fusión de los dos proyectos que acabó frenando el proyecto de ampliación de la dársena, hasta que el Puerto se hartó y los desvinculó. Así, por fin, el ‘superpuerto’ pudo convertirse en una realidad y en una infraestructura decisiva para que Repsolno solo descartara echar el cierre de su refinería en Escombreras, lo que probablemente hubiera desembocado en una nueva crisis industrial de la comarca, sino que animó a la multinacional a inyectar al valle, a Cartagena y a la Región la mayor inversión industrial de la historia de España, con más de 3.200 millones de euros para la ampliación de su complejo.

Gracias a ello, los muelles de Cartagena ocupan a día de hoy el liderazgo de los puertos españoles en el movimiento de graneles líquidos y lo convierten en el más rentable del país, cuando la mayor parte de ellos son deficitarios. ¿Es un final feliz? Según se mire. Para el Puerto, sin duda, sí. Para la salud del empleo en la comarca, también, porque además de que la construcción de la macrorrefinería generó más de seis mil empleos durante el peor momento de la crisis económica de 2007 y 2008 , la multinacional sigue inyectando decenas y cientos de millones de euros con peridocidad para el mantenimiento y actualización de sus plantas de producción. Los que seguro que no lo ven como un final feliz son nuestros vecinos de La Unión, que contemplan cómo su bahía de Portmán sigue en el olvido, con sus estériles mineros y sin un proyecto claro y aún menos financiación para llevarlo a cabo. Tal vez se arrepientan ahora de no haber apoyado más el planteamiento que fusionaba la regeneración con el gran proyecto portuario.

Maná para el empleo. Con las máquinas de la ampliación de Escombreras todavía calientes, el entusiasta Viudes empezó a anunciar su segundo gran proyecto, aún mayor y más ambicioso y, sobre todo, tremendamente más beneficioso para toda la Región. Las cifras eran hipnotizantes. Pasaríamos de mover unas cuantas decenas de miles de contenedores al año a poder soportar más de tres millones. Era un auténtico ‘maná’ para el empleo, puesto que supondría la creación de más del doble de los diez mil puestos de trabajo que genera la actividad portuaria actualmente. Y Cartagena captaría el creciente tráfico de mercancías en contenedores que, ahora, veinte años después de que se comenzara a hablar de este gran proyecto es una realidad.

Por eso, porque el Gorguel no puede esperar, la actual presidenta de la Autoridad Portuaria de Cartagena, Yolanda Muñoz, que tiene mil diferencias con Viudes, pero que muestra tanta o más energía y entusiasmo, ha cogido el toro por los cuernos y, ante los continuos obstáculos de todo tipo y condición que se ha encontrado y se sigue encontrando el macropuerto de El Gorguel, ha decidido desarrollar un nuevo proyecto de ampliación en Escombreras con unas cifras que también son mareantes: más de ochocientos millones de inversión, más de diez mil empleos para la construcción y in incremento del tráfico portuario previsto de casi el 25%. Esperemos que esta iniciativa sí llegue a buen puerto.

Tres reflexiones. Termino con tres breves reflexiones. La primera es que me pregunto si es necesario esperar veinte años para conseguir un sí o un no a un proyecto, en lugar de jugar a la incertidumbre o al sí, pero no, que canta Bisbal. La segunda es si esa incertidumbre no es una tomadura de pelo a una Región cuyo peso en las decisiones del Gobierno estatal es prácticamente nula, conviva con el signo que conviva, mientras que otras comunidades a las que sí escuchan y hacen caso miran con recelo el auge y los buenos resultados del puerto cartagenero y no van a permitir que vaya más.

Por último, recuerdo que Viudes defendía en el inicio de la segunda década del siglo XXI que la nueva dársena de El Gorguel era más importante que el aeropuerto de Corvera.

Muchos años después, los grande buques de contenedores pasan de largo por delante del puerto.

Los aviones, también.