Siempre he sido especialmente sensible al dolor de los niños, más aún desde que soy madre. Esta semana, en la que se conmemora el Día Internacional de los Derechos del Niño, vengo acumulando diversas imágenes e informaciones relacionadas con la infancia que han apocado mis ánimos y, en algunos casos, han conseguido convocar mis lágrimas. No es necesario un análisis ni una reflexión demasiado profundos para ser consciente de cuanto queda aún por hacer. Las cifras en países en vías de desarrollo son devastadoras por las altas tasas de mortalidad infantil, desnutrición y dificultades de acceso a la sanidad y a la educación. La pobreza infantil a nivel mundial afecta al 40% de la población que no ha alcanzado la edad escolar; es decir, casi 350 millones de niños y niñas en todo el planeta necesitan cuidados que no tienen (UNICEF).

Y, en esta ocasión, esta realidad tampoco nos es lejana ni ajena. En España hay más de dos millones de niños que viven en la pobreza (Alto Comisionado para la Pobreza Infantil), y muchos más que crecen en hogares con serias dificultades de acceso a los servicios mínimos y básicos. Por no hablar de los problemas que estos contextos generan en las familias y que inciden en la vida de los menores, en su bienestar físico y anímico. Una imagen que se ha hecho viral estos días podría ser la perfecta representación de esto. La instantánea recoge la mirada atenta e imperturbable de una pequeña, de apenas tres años, al cerrajero que cambia la cerradura de la que hasta entonces era su casa, mientras que todas sus pertenencias se acumulan en bolsas de basura en el rellano de la escalera. Sin entrar en el debate de los desahucios, pues no es este el asunto, ese momento me causa un dolor agudo y seco en el pecho. Y, seguramente, la historia que hay detrás de la escena sea incluso más terrible que ese congelado instante.

Me aterroriza pensar en las consecuencias futuras de tanto sufrimiento. Como también me sobrecogen las últimas cifras de suicidio infantil y juvenil en nuestro país, siendo la primera causa de muerte entre nuestros jóvenes. Nos estamos equivocando. No sé cuál es el error o el problema pero, citando a la gran Gabriela Mistral, «muchas de las cosas que nosotros necesitamos pueden esperar; los niños no pueden, ahora es el momento».