Las recientes encuestas dan como claro ganador al PP en unas futuras elecciones generales, y no cabe duda que a ese sentir generalizado ha contribuido la aplastante victoria electoral de Madrid obtenida por Isabel Díaz Ayuso (IDA) el 4 de mayo último, que la situaron como presidenta de aquella Comunidad.

Todo parece indicar que el PP se hará con el Gobierno y Casado con Moncloa, donde habita un señor que, dada la demoscopia generalizada, debe sentirse más un ocupa que el presidente legítimo del Gobierno de España. Pero hasta el rabo todo es toro.

Con ese panorama, sin embargo, hay quien enciende desde dentro y publicitan los de siempre, una hoguera en el PP sobre si el congreso interno madrileño ha de celebrarse en marzo, como pretende el PP local, o después, como se apunta desde la dirección nacional. Esto, que parecía inicialmente un asunto fácil de resolver acudiendo a los estatutos del partido, ciertos medios de comunicación y algunos dirigentes del propio partido lo sitúan entre el afán de poder y los celos personales.

Lo cierto es que el presente sitúa al PP en una posición incómoda que puede ser irreversible de consolidarse una batalla con más de un candidato(a).

En cualquier caso, en una u otra fecha, si Ayuso pierde ese congreso podría haber cavado su tumba política, pero si vence, los consejeros de Casado podrían quedar a las puertas giratorias de compañías eléctricas, paradójicamente salvavidas permanentes de políticos y actuales azotes económicos de la sociedad.

Sea como fuera, pierde el PP. Sus militantes contemplan atónitos, absolutamente confundidos, un conflicto que socava cada día el electorado de centro derecha y beneficia en exclusiva a Pedro Sánchez, a su Gobierno y a la maraña de partidos colaboradores que, sin querer a España, lo mantienen en un poder agonizante.

El PP hace bueno aquello de que ante la muerte violenta de un partido político no hay que preguntar por el asesino u homicida sino por el suicida. Ejemplos no faltan.

Resulta muy difícil entender a quienes, como Rajoy, ante una moción de censura abandona el Congreso durante horas para comer en restaurante cercano; a quienes cuando ante similar iniciativa parlamentaria impulsada por Vox contra Pedro Sánchez se limita casi en exclusiva a atacar a Santiago Abascal; y ahora, cuando todas las encuestas, salvo el CIS, vaticinan la necesidad imperiosa de un cambio de Gobierno, sean quienes parecen llamados a ocupar la responsabilidad de dirigir la nación quienes ponen de manifiesto que no son capaces de gobernar su propia casa.

Están administrando a Pedro Sánchez sangre ajena oxigenada que le puede llevar a superar el corto trecho existente entre la muerte clinica de las encuestas y la biológica de las próximas elecciones, expresado en términos sanitarios.

Cuando el PSOE escenifica recientemente en su congreso de Valencia el abrazo entre Felipe y Pedro, en presencia de un empalagoso ZP con la foto de fondo del dilecto Pérez Rubalcaba, la respuesta del PP no puede contraerse a una pelea de pollos sin cabeza que dejan en mal lugar al único gallo del corral.

La aplastante victoria de Díaz Ayuso en Madrid no debe interpretarse por nadie como un obstáculo, sino como la ratificación del acierto de su mentor, Casado, y la impecable ejecución material del encargo recibido por la hoy presidenta del Gobierno de Madrid.

Entiéndase que lo que pretende Díaz Ayuso solo responde a una práctica interna habitual del PP: que presida el partido en su ámbito territorial quien dirige el Gobierno de esa región.

Que esto es así lo tenemos muy claro en nuestra Región: Pedro Antonio Sánchez, que en las elecciones autonómicas de 2015 había perdido 147.000 votos, 11 diputados y la mayoría absoluta, fue elegido presidente del PPRM el 18 de marzo de 2017, pese a que doce días antes, el día 6, había sido declarado sujeto a investigación por nuestro TSJ. Las tesis internas se impusieron a lo que la prudencia jurídica y las consecuencias electorales aconsejaban. El resultado ya lo conocemos: PAS dimitió el 4 de abril.

¿Qué razones, expuesto cuanto antecede, provocan la negativa a que Isabel Díaz Ayuso presida el PP madrileño?

¿Cómo es posible que se premie con la presidencia regional de un partido a quien fracasa electoralmente y es investigado judicialmente y, por contra, se pongan trabas a quien arrasa en las urnas y mantiene hoy una conducta intachable personal y políticamente?

No busquen una explicación razonable; no la hay, pero sí solución. En mi modesta opinión, Casado debería reiterar la confianza otorgada a la política madrileña(la generosidad engrandece a quien la otorga), que no le defraudó el 4 de mayo pasado y no le fallará en la próxima cita electoral.

El cambio es tan inevitable como la historia, y la historia más reciente de esta nación precisa inevitablemente un cambio, como el de 1982. Toca imitar al PSOE de entonces y desechar las guerras fratricidas que culminaron con la desaparición de UCD.