En 1941, el poeta Paul Eluard escribe este poema inmortal, contra la ocupación alemana de su país; pero da, como buen poeta que era, en un mensaje inmortal: escribir la palabra libertad, a escondidas, en tiempos de opresión (cualquier opresión), es un acto liberador, que escapa al dominio de la dictadura, de cualquier dictadura. Escribir la palabra libertad, con todo el miedo del mundo, pero escribirla, preserva la libertad en su nivel mínimo, a partir del cual podrá volver a volar sobre todas las mentes creadoras, y sobre todos los destinatarios de esas creaciones de los artistas y escritores libres.

Hoy, en todo el mundo, vuelve a sobrevolar una dictadura: la de lo políticamente correcto, que ha derivado ya en lo ideológicamente correcto. Y tal dictadura es de una naturaleza etérea pero firme. Opera ya en el subconsciente de los creadores, que tienden a escribir, a pintar y a componer según esas estrictas reglas. Algunos lo hacen con la perfecta alegría de quien ha asumido una consigna. Otros se someten, aun sin saberlo, a esas orejeras anticreadoras que imponen tópicos, condenando otros.

Hay, creo, hegemonía en el pensar creativo, no heterogeneidad. Y se impone, subrepticia y sigilosa, la ley del silencio sobre quien discrepa. La verdadera diversidad va viendo restringida, cada vez más, su posibilidad de crecimiento. Los anatemas sobrevuelan sobre quienes acampan fuera de esa corrección ideológica, antes política. Y los que antes escribían a escondidas la palabra libertad son ahora quienes niegan ese derecho de la libertad expresiva, ya digo que, de manera silenciosamente coercitiva, a quienes creen que la Libertad era un derecho de raíz. Y no dependía de quien la prohibiera, nazis, comunistas o talibanes de la corrección, no ya política, sino ideológica, repito.

Las tornas han cambiado: quien no escribe en la clave de la Cultura Ideológica Dominante es desterrado al ostracismo y al desprecio callado. Es la batalla cultural que preconizó Antonio Gramsci, el italiano que propuso como solución invertir el orden: que los silenciados pasaran a ser silenciadores. Lo está consiguiendo. No contempló anatematizar el silencio.

Paul Eluard fue expulsado del partido comunista francés. Rafael Alberti siguió comunista hasta el fin de sus días. Vidas antiparalelas. Yo postulo escribir siempre dando testimonio de que nuestro escrito es subjetivo. O hacemos eso o estamos escribiendo totalitario. Intimidamos si no mostramos esa humildad de prosa que tanto echo de menos hoy.

Posiblemente, sea yo el primero. Enmendaré.