Prefecto de Judea allá por el siglo I después de Cristo, que dicen los evangelios, se lavó las manos en el proceso a Jesús. Siglo XXI, detenido en el aeropuerto de Cerdeña Puigdemont. Es conducido al calabozo (supongo) la noche de un jueves a un viernes. Las llamadas telefónicas de su entorno se multiplican para saber en primer lugar si existía un pacto de Estados, la detención era consecuencia del mismo y, por tanto, había participado en su detención la Policía española. Descartada esta circunstancia, el alivio es mayúsculo para Puigdemont y sobre todo para Sánchez, pues no se ponen en peligro los acuerdos con los independentistas para seguir gobernando este país, cuya bandera desparece en los actos protagonizados en Cataluña. Amanece el viernes en Cerdeña, y Puigdemont es puesto en libertad con la obligación de comparecer el día de San Francisco ante un tribunal sardo, que como Pilatos decide dejarlo libre sin medida alguna cautelar, a la espera del fallo que dicte la Justicia europea.

Dentro de año y medio, más o menos, el TJUE decidirán acerca de la inmunidad (recuerdo que le fue quitada) y la cuestión prejudicial planteada por un juez del Tribunal Supremo español. O sea, una ‘guantá’ sin manos, que diríamos aquí, lo que hace una y otra vez la Justicia europea a España. De Bélgica a Cerdeña, de aquí a Europa. De inmunidad a no inmunidad y otra vez inmunidad. Y después dicen que en España la Justicia está politizada. Los tribunales belgas no lo entregan, los italianos tampoco, Alemania hizo sus pinitos. Y entretanto, los separatistas celebrando victoria tras victoria en Europa

Este laberinto parece no tener salida. Sin embargo, la auténtica realidad ayudará a encontrarla. Se trata de alguien que en este momento carece de esa mal llamada inmunidad porque le fue quitada por el Parlamento Europeo. Digo mal llamada porque nadie es inmune salvo en España el Rey, y así nos ha ido, por cierto.

Estamos ante un fugado de la Justicia española, la única competente para juzgarlo. Es un prófugo y un contumaz rebelde, reclamado por una orden de detención de un juez español. El huido se encuentra dentro de la Unión Europea a la que España pertenece y, sin embargo, nadie atiende a la orden de puesta a disposición de la Justicia española para juzgarlo.

Aquí, en España, cualquier delincuente de poca monta que está en busca y captura, si es detenido se pone inmediatamente a disposición del juzgado que lo reclamó, y es éste el único competente para decidir sobre su libertad o prisión. Puigdemont, que está reclamado por un grave delito, por el que sus colaboradores ya han sido condenados a bastantes años de cárcel, es detenido en virtud de esa busca y captura internacional. El tribunal al que es llevado en lugar de ponerlo a disposición del que dio la orden, que es el único competente, decide por sí mismo y lo pone en libertad. Mire, no, lo que hay que hacer es ingresarlo en prisión y que el juez competente, en este caso Llarena, decida si es puesto o no en libertad. Todo lo demás solo sirve para faltar al respeto a España y beneficiar a los nacionalistas y a la ‘destra’ sarda.

Lo sucedido es lo siguiente. Llarena pide a Plinia Azzena (jueza sarda) que entregue Puigdemont a España porque la euroorden de 14 de octubre de 2019 está vigente, y carece de inmunidad según acordó TGUE. La fiscal sarda Gabriella Pintus se muestra a favor de Puigdemont y la jueza lo deja en libertad con la obligación de comparecer el día 4. El resultado ya lo saben ustedes, una lavada de manos en toda regla.

Inconcebible, increíble y desilusionante. Y sobre todo inentendible. Menos mal que aún no ha acabado todo.