Mi historial de ubicaciones de Google señala como el lugar más destacado en el que he estado durante este mes de agosto, Mercadona. Esa cronología que se supone que yo mismo he activado (vete tú a saber cuándo) me sigue el rastro y me manda un email cada mes para recordarme lo controlados que estamos. Por aquello de la Covid, no he viajado y he controlado mis relaciones personales y mis movimientos. Si bien es verdad que este verano no ha estado exento de cierta rutina, les aseguro que he disfrutado de lugares mucho más destacados e interesantes. Dicho sea sin menospreciar a esta cadena de supermercados, pero la gran mayoría de ustedes coincidirán conmigo en que las playas del Puerto de Mazarrón son mucho más relevantes. En ellas me he refugiado durante este descanso estival que ya añoro. Quizá, por eso, reaparezco en este rincón, que también he echado de menos, para divagar sobre playas y mares, pero también sobre ubicaciones.

EL CATE. Sí, claro, me refiero al Centro de Atención Temporal para Extranjeros (CATE) que la delegación del Gobierno ha levantado junto a la zona de El Espalmador. Nuestro paisano Trillo y seguro que muchos otros dirían que ‘manda huevos’ que el Ejecutivo central se haya fijado justo ahora en este punto para una instalación de estas características y que se la dispute a las autoridades locales. El Puerto de Cartagena y el Ayuntamiento han proyectado la remodelación de este entorno para el ocio, con la habilitación de una cala para el baño. Curioso que, tras décadas de abandono y desinterés, esta ubicación despierte tantos anhelos. Más bien parece que el Estado ha recurrido a la primera acepción que figura en el diccionario de la RAE del acrónimo que forman las siglas CATE, que reproduzco a continuación: «Golpe de cualquier tipo, especialmente, en la cabeza». 

Eso es lo que parece haber hecho la delegación del Gobierno, cuyas relaciones con las dirigentes municipales dejan mucho que desear, al responder con este centro a los planes para dar un impulso ciudadano y turístico a esta área de la dársena, tantos años olvidada. Porque no nos engañemos, el potencial de una playa con áreas deportivas y de esparcimiento se merma de forma considerable con este refugio para inmigrantes, tan necesario como inoportuno e inapropiado en este punto. Claro que apoyamos una atención en condiciones a las miles de personas desahuciadas que llegan al litoral de nuestra Región en pateras en busca de una vida digna, pero, paradojas de la vida, el lugar escogido para hacerlo indigna a los cartageneros, al menos, al centenar de manifestantes que protestaron contra esta decisión. 

Estoy convencido de que los ciudadanos indignados por esta tropelía superan con creces la centena, pero, como dice mi amigo Juan Ignacio, por estos lares somos mucho de indignarnos y muy poco de movilizarnos. Nos dicen y repiten que el CATE se ubica junto al Espalmador de forma temporal, pero será que no habrá sitios en el municipio para acometer la millonaria inversión que desembolsan ahora en un centro con mayor vocación de definitivo. Además, cuando los políticos hablan de que algo es temporal, suena a un yo lo hago porque me urge y me da la gana, que ya vendrán otros detrás para deshacer el entuerto, si les urge y les da la gana.

MAR MENOR. ¡Que se lo digan al Mar Menor! que ha tenido que escupirnos a la cara quince toneladas de peces muertos y ni siquiera así somos capaces de hacer un Fuenteovejuna e ir todos a una para tratar de resucitarlo. Confieso que mi desconexión de la realidad informativa las últimas semanas ha sido notable, pero lo mucho o poco que he leído, visto u oído sobre esta tragedia medioambiental, también económica, se ceñía a reproches con los que unos y otros se lanzaban entre sí las mismas riadas de mierda con las que nos estamos cargando nuestra laguna de los huevos de oro, aunque en forma de verborrea de manual de la política barata. ¡Indignante e insultante! Y discúlpenme si alguien lo ha hecho y yo no me he enterado, pero aún estoy esperando ver a quien tenga la valentía de agachar la cabeza y pedir perdón ante un desastre de tamaña magnitud. Porque lo de dimitir es utopía en este país y en esta Región.

POR UN PUÑADO DE PAPELETAS. El Mar Menor no merece la desvergüenza de nuestros políticos ni sus disputas por las culpas o las competencias. No se puede permitir que un acercamiento de posturas esperanzador se trunque con nuevos desencuentros que lo sentencian a muerte una y otra vez, en aras del supuesto respaldo de unos votantes, a los que espantan tanto como se horrorizan por la sangría de peces. Porque no es el campo el verdugo de nuestra pequeña joya marina. Los principales responsables de la tortura que pone en jaque mate a la laguna son quienes prefieren sembrar las semillas de la confrontación y del odio por un puñado de papeletas a abonar el diálogo y el acuerdo en beneficio de todos. Lo peor es que hay tantos lobos con piel de cordero y viceversa que ya resulta casi imposible separar el trigo de la paja.

ARROYO, CASTEJÓN Y LA ILP. La desunión y descoordinación de nuestras autoridades para afrontar una situación tan al límite como la del Mar Menor clama al cielo. Y, curiosamente, las alianzas que creíamos más consolidadas y robustas se muestran distantes al abordar la cuestión. El entendimiento y buenhacer del binomio de alcaldesas Arroyo-Castejón de este mandato ha mostrado sus fortalezas y no ha ocultado sus lazos de amistad en cuestiones tan relevantes como la atención social durante la pandemia, entre otras. Su pacto, supuestamente antinatura, se ha forjado firme y resistente ante todos y ante todo. Y, sinceramente, desconozco si ha habido otras discrepancias públicas o privadas, en relación a cualquier otro asunto, ni si han votado en sentidos distintos una moción presentada por algún miembro del Gobierno tripartito en un pleno. Sí que ocurrió el pasado jueves, cuando Arroyo y Castejón y sus respectivos compañeros de grupo escogieron precisamente el Mar Menor para evidenciar sus distintas estrategias para contrarrestar el abandono de la laguna. Los exsocialistas, rebautizados como no adscritos, votaron a favor de apoyar la recogida de firmas que permita presentar una Iniciativa Legislativa Popular, para reclamar en el Congreso de los Diputados que se dote al Mar Menor de personalidad jurídica. Los populares no se oponen a esta propuesta, pero se abstuvieron, porque consideran que es una distracción sobre las necesidades reales del ecosistema. No es lógico ni consecuente pregonar y suplicar un frente común de las Administraciones para salvar el Mar Menor si ni siquiera nosotros mismos somos capaces de sentarnos y fijar una postura conjunta con determinación y sin fisuras, por pequeñas que parezcan, que eviten que el Mar Menor se siga desangrando.

7 de octubre, Fuenteovejuna. Al final, igual que al comendador al que Lope de Vega dio vida en Fuenteovejuna, hemos sido todos a una los que nos hemos cargado la laguna salada. Nos queda la esperanza de que la representación teatral continúe y el pueblo, todo el pueblo, transforme su hartazgo e indignación en el poder colectivo que acabe con los abusos de poder de los comendadores del siglo XXI. Basta con dejar las calles de Murcia pequeñas el próximo 7 de octubre y que acudamos a la manifestación convocada para ese día, en defensa del Mar Menor, tantas personas como peces nos han escandalizado este verano. Y que mi sabio amigo Juan Ignacio se equivoque por una vez.