Desde que comenzó la crisis sanitaria, no hemos dejado de recibir información estadística: tantas camas ocupadas, tantos fallecidos, tantos contagiados y ahora, cómo no, tantos vacunados. La repetición del mensaje genera también un miedo a la enfermedad que crece cada día, al mismo ritmo (si no más) que los números. Como bien es sabido, el miedo es la angustia que sentimos no solo cuando nos ocurre una desgracia, sino sobre todo cuando tememos que algo malo nos pueda ocurrir. Y en todo este fenómeno de anticipación del daño, resulta fundamental la credibilidad que otorgamos a las fuentes de información, ya sean periodísticas, políticas o científicas.

Por eso, los datos que se difunden en torno a la pandemia tienen que ser lo más transparentes posible. Sólo de ese modo se podrá vencer a las fake news.

En esta Consejería abogamos por la transparencia de la información, y consideramos que no es suficiente con exhibir los datos, sino que éstos deben estar elaborados con calidad, con un formato adecuado, que vele por la intimidad de los afectados y que, además, permita hacer comparativas y extraer conclusiones. Un modelo común para todas las Administraciones, con los mismos indicadores y las mismas mediciones.

Estamos convencidos de que parte del éxito de la gestión de esta crisis va a estar en el manejo de los datos, eso sí, cumpliendo estrictamente con la ley de protección de datos. Aunque el conflicto entre el derecho a la intimidad y a la información se ha presentado a veces como irreconciliable, no hay que olvidar que la propia normativa armoniza y pondera los derechos en liza, permitiendo la adopción de medidas de protección de la privacidad a la vez que garantiza el acceso amplio a la información pública.

Pero quisiera destacar ahora la importancia decisiva que tiene la transparencia para garantizar la integridad de los poderes públicos. Proyectar una luz diáfana sobre todos los procesos públicos de toma de decisión impide comportamientos inconfesables o punibles. La transparencia es el mejor repelente frente a la corrupción. Aquí es donde entran en juego los requisitos de información exigidos en la adjudicación de contratos y subvenciones, en el fortalecimiento de auditorías y métodos de fiscalización, en la aplicación del gasto público, o en el establecimiento de códigos éticos, como el de contratación pública aprobado recientemente en nuestra Región.

El nuevo código recoge los valores éticos y principios de buenas prácticas que deben regir los procesos de contratación pública, y está destinado a mejorar la cultura ética de nuestra administración. A los efectos que aquí nos interesa destacar, el código ético de contratación pública incorpora importantes indicaciones que mejoran la transparencia y el conocimiento ciudadano de las decisiones de contratación pública.

Como se ve, la transparencia tiene que ir de la mano de una mejora tecnológica. Las sinergias que derivan de la combinación entre transparencia y tecnología, permiten el análisis y la fiscalización de gran cantidad de datos, algo que ha adquirido un valor inmenso en la sociedad de las tecnologías de la información.

En un ambiente de crisis sanitaria global, como global es la interconexión entre los ciudadanos, la transparencia debe arrojar luz sobre la ingente movilización de recursos que se están empleando frente a la pandemia. En este contexto, los usuarios deben tener garantizado el más amplio acceso a la información pública.

Hay tres ámbitos en los que la lucha por la transparencia debe ser más incisiva en estos momentos. El primero es el de la rendición de cuentas y la publicación de datos en la provisión de servicios sanitarios y en la toma de decisiones en este ámbito. Otro es la publicidad en la contratación de emergencia. Y por último, el refuerzo de las medidas de integridad de los responsables públicos.

Vivimos en una era de transformación. El coronavirus ha sacudido de arriba abajo nuestras concepciones y el modo en que percibimos la realidad. Una enseñanza que hemos extraído sin duda de esta crisis sanitaria es la necesidad de una mayor transparencia en la gestión de la pandemia. Pero también nos hemos hecho más conscientes de que ha de ser una actitud permanente. Cuando la pandemia cese, la importancia de la transparencia no cesará, pues no solo procura en todo momento unos beneficios valiosos a los ciudadanos; sino que además permite una mejor respuesta a todo tipo de crisis, ya sea sanitaria, social o económica.

Para el Gobierno regional siempre es momento de impulsar la transparencia en nuestras instituciones; pero la pandemia nos ha puesto en evidencia su extraordinaria importancia. La transparencia produce confianza, y nada más necesario en momentos de desorientación o de crisis. La transparencia encauza la actuación de los poderes públicos al servicio de los ciudadanos con más eficacia e integridad. La transparencia permite un mejor conocimiento de los procedimientos, oportunidades y derechos que afectan a los ciudadanos. La transparencia es, en definitiva, lo vemos más claramente en esta crisis sanitaria, una salvaguarda de la calidad democrática de nuestra sociedad.