Antónimo de ‘ocio’ (otium en latín), al que se hace preceder de la partícula negativa nec, es decir «lo que no es ocio», sino ocupación, actividad que constituye un cargo y un deber. En consecuencia, dies negotiosus era sinónimo de día laborable. Otium designaba también, además de tiempo libre y de reposo, el dedicado al placer y a la diversión y, al no considerarse trabajo, no estaba remunerado. En español ambas palabras recogen ciertas acepciones peyorativas: así, ser un negociante añade la suspicacia a la tarea del hombre de negocios. ‘Negociar’, ‘negociación’ o ‘negociable’ no implican matiz negativo, sino que entran en el ámbito del diálogo y el consenso. Por lo que respecta a ocio, el adjetivo ‘ocioso’ se usa habitualmente en el mal sentido, como equivalente de inactivo, indolente y vago.

En cambio en latín tuvo diversos significados, todos positivos, pues, además de los ya señalados, se consideraba una especie de barbecho necesario para asentar las ideas y planificar las acciones encaminadas a la consecución de objetivos —(in otio de negotiis cogitare, que decía Cicerón (en el descanso, reflexionar acerca del trabajo), quien también hablaba del otium cum dignitate para referirse al cese en la actividad pública—, o paz, puesto que el pueblo romano se apoyaba para sus conquistas en un ejército que comenzaba sus campañas militares cuando los fríos del invierno daban paso a la primavera, en el mes de marzo que iniciaba el año y recibía ese nombre en honor a Marte, dios de la guerra.