Hoy conmemoramos el décimo aniversario de los terremotos que sacudieron la ciudad de Lorca, nuestras vidas y nuestro patrimonio, hasta los cimientos. En estos diez años hemos pasado por mucho, hemos trabajado mucho y hemos conseguido reconstruir prácticamente la totalidad de las viviendas nuevas, templos y edificios públicos. Estas rehabilitaciones nos han dado grandes sorpresas, hemos descubierto la verdadera belleza de muchos de nuestros monumentos, oculta bajo capas de cal y pintura; hemos recuperado espacios anteriormente olvidados, transformándolos en museos, casas parroquiales, lugares de reunión para el arte y la cultura; hemos recuperado, incluso, estructuras que se declararon como insalvables, como es la torre de la iglesia de San Francisco o el Palacio Irurita.

También merece la pena mencionar que las rehabilitaciones que se han realizado han sido de muy buena calidad, respetuosas con los monumentos pero procurando modernizar su uso para que realmente sea patrimonio vivo y útil. Climatización de espacios, protecciones efectivas, accesibilidad e instalaciones de megafonía e iluminación se han compaginado con el empleo de técnicas de construcción tradicionales, valiéndonos incluso el Premio Europa Nostra por la restauración de cuatro de las iglesias de la ciudad.

Hemos conseguido mucho, es cierto… pero también hemos asistido al deterioro acelerado del casco antiguo, principalmente en sus edificios civiles de mayor antigüedad. Estos terremotos de 2011 afectaron de gravedad una gran cantidad de palacetes y casas, que aún tras diez años siguen paralizados en el tiempo: siguen apuntalados, vacíos, en ruinas, deteriorándose más y más a cada año que pasa. Nos encontramos en un momento crítico, en el que la identidad del casco antiguo como tal aún puede ser salvada, pero con la amenaza inminente de su pérdida total.

Después de mucho tiempo de inactividad, en los últimos meses la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, CECLOR y el Ayuntamiento de Lorca han unido fuerzas finalmente, parece que se ha conseguido un entendimiento y un empuje para hacer avanzar un proceso de intervención fiable y fundamentado de todo este patrimonio a punto de perderse, pero para conseguirlo realmente es muy necesario aparcar la política y que prevalezcan las personas, los intereses de la ciudadanía y de nuestro patrimonio, como se hizo en los primeros momentos de la reconstrucción.

Tras diez años aún queda mucho por hacer, y depende de todos nosotros que, en el vigésimo aniversario, no echemos la vista atrás y nos lamentemos de todo lo perdido, recordando cómo Lorca, la Ciudad de los Cien Escudos, tenía uno de los cascos históricos civiles más bonitos de España, que se acabó convirtiendo en otro barrio más, moderno y desnaturalizado.