En el zoo que constituye nuestra Asamblea Regional, donde hasta los trinos de los jilgueros son impostados, pues comparten cautividad con sus ciudadanos, se ha colado un maldito loro. En esa jaula de grillos, donde la diversidad de la fauna es cada vez menor, el pajarraco no respeta los turnos. El pobre anda perdido con tanto cambio y salta de rama en rama para no desentonar. Ya no distingue los naranjas del azul y se pierde entre tanto verde, aunque procura no adentrarse en esos pantanos pues no quisiera salir desplumado en el Nodo.

Con una memoria prodigiosa y una lengua viperina no calla: Desaladora, aeropuerto, Puerto Mayor, bahía de Portmán… Cada vez que resuena el vocablo público-privado agita sus alas y no frena hasta el final de la sesión con los fiascos que tal colaboración cuesta a los murcianos o a los españoles, pues él no sabe que, si hay suerte, La Manga del Mar Menor en su totalidad será reflotada, ojalá, con gestión y fondos nacionales a fondo.

Cuando, día sí y noche también, escucha defender, como si del Amazonas se tratara, a la gestión privada como garante del reparto de los fondos europeos, el maldito papagayo suelta lo que no está escrito en los papeles, pues menudos sumarios se amontonan en el Palacio de Justicia con los procesos de corrupción que jalonan la Región de Murcia. Uno a uno, allá se queda recitando sin mirar el calendario. Por el momentom mantiene intacta su cabeza, su disco duro, y nos recuerda los curiosos nombres que la Policía y Guardia Civil ha dado a los casi infinitos casos en los que el interés general ha sido violentado por el muy particular.

Bien es verdad, que el multicolor animal también se altera, en un sinvivir continuo, cuando bajo la bóveda de cristal traslucen los errores en la gestión y distribución de los recursos públicos. Y así cuando oye Lorca se pone a temblar recordando el destino del dinero del terremoto. Y cuando escucha vacunación mueve la cola y vuelve a exclamar la lista, ¡la lista!, capaz el animal de enumerar a los que se saltaron la susodicha.

Con tanto pirata, normal que surgiera un loro.