No es posible denunciar a los tránsfugas de Ciudadanos a la vez que se confía en ganar la moción de censura con la colaboración de los tránsfugas de Vox. 

No es posible basar una moción de censura en la corrupción del PP sin que éste tenga un solo caso judicial abierto mientras el partido que acusa al Gobierno de corrupción tiene a tres de sus principales dirigentes imputados, empezando por su propio secretario general y portavoz en el debate de ayer.

No es posible denunciar la existencia de maletines para condicionar el voto de los concejales de Cs en el ayuntamiento de Murcia sin aportar una sola prueba o un mínimo indicio.

No es posible asegurar que existe un pacto entre el líder regional de Vox, Antelo, y el presidente de la Comunidad, López Miras, para convocar elecciones anticipadas en octubre si no se expone un mínimo indicio que ofrezca un resquicio de credibilidad sobre el asunto.

No es posible basar una moción de censura en la corrupción del PP si los casos a que se alude pertenecen a la gestión de Gobiernos anteriores a la gestión de López Miras y se mezclan los pendientes de resolución con los que han sido archivados.

No es posible argumentar la corrupción del PP en el caso de los tránsfugas de Cs cuando este asunto es posterior a la moción de censura que se basaba en la corrupción en abstracto, sin esta percha. 

No es posible criticar la política económica del Gobierno regional si la moción se plantea en sociedad con la responsable hasta ayer de la política económica del Gobierno presidido por el PP.

No es prudente, en definitiva, mantener una moción de censura impulsada por el PSOE cuando se sabe de antemano que fracasará, confiada al riesgo de que solo podría triunfar con los votos de diputados de Vox.

Bastante piadosos han sido los ‘tres de Liarte’ al anunciar su voto negativo, pues de esta manera no comprometen a los socialistas a gobernar bajo su estigma, con las consecuentes repercusiones en el Gobierno nacional, en el que Pedro Sánchez debería hacer artificios retóricos para explicar que uno de su Gobiernos autonómicos se sostendría con los votos de la ultraderecha.

Que 26 años de Gobiernos del PP son demasiados es algo obvio, incluso para muchos simpatizantes de la derecha, y que un cambio vendría bien a la Región de Murcia es casi un clamor, aunque luego no se sustente en los resultados electorales, probablemente no tanto por los méritos del PP como por los deméritos de la oposición.

Ayer mismo vimos a un líder socialista, Diego Conesa, que confundió la tribuna del Parlamento con el escenario de un mitin, y desde él emitió un discurso crispado, sobreactuado, prejuicioso al extremo, muy adecuado para su clá, sin duda, pero con excesivos trazos gruesos sin respaldo en datos y hechos concretos. A mayor excitación verbal y gestual, menos consistencia argumental. 

Le ganó por la mano, en la crítica al PP, la portavoz de Podemos, María Marín, que utilizó la ironía como arma con mejores efectos de profundidad que el recurso a la irritación de Conesa, resultado de cierta impotencia. 

El líder del PSOE, por querer tener razón, la perdía a cada párrafo de su discurso, pues todas sus imputaciones resultaban supuestos o generalidades. Parecía partir de la idea de que todos sus oyentes pensaban con su propia lógica y, por tanto, no le resultaba necesario rematar con datos sus expresiones descalificatorias en las que incluyó más calificativos determinantes que relatos expresivos. Agotó el manual de los insultos, cosa sorprendente por tratarse de un líder socialista a quien hasta ahora considerábamos mesurado y moderado.

Cualquier observador desprejuiciado pudo entender ayer que de todas las intervenciones parlamentarias que se produjeron la más interesante fue la del portavox de Vox, aun sin pertenecer ya a ese partido, Juan José Liarte. Y esto es para que todos se lo hagan mirar. Rigor argumental, sensatez expresiva, arte para la administración de la ambiguedad calculada y para situar el foco en su posición. Un genio de la tribuna. Todo lo demás era crispación, escandalera y sobreentendidos partidistas y sobre lo que entendemos como ‘factor humano’.

Respecto al discurso de la candidata a la presidencia de la Comunidad se puede deducir en una primera lectura que asumía el programa del PSOE con la mínima corrección de una política fiscal liberal, lo que podría parecer una contradicción (más gastos, menos ingresos), pero esto es poco importante, a sabiendas de que el proyecto sería derrotado. Lo llamativo es que lo que Ana Martínez Vidal leyó ayer en la tribuna de la Asamblea no encaja con su imagen de exconcejala del PP y de exconsejera del mismo partido. Casi podría inscribirse desde ya en algún sector de izquierda moderada. Su nueva posición en el espectro político transmitía ayer una imagen enternecedora.

Lástima que la izquierda en Murcia tenga que esperar.