Este periódico, en su portada del jueves, nos mostraba un genial trabajo infográfico en el que podíamos ver a Ana Martínez Vidal sentada en el sillón del poder, del que habían quitado a Abraham Lincoln en su sitial de Washington DC. Esa estampa nos llevaba de inmediato a House of Cards, pues así fue la carátula de esta buenísima serie y en ese sillón se sentaba la muy, muy atractiva, aunque también muy ambiciosa y más mala que los mistos de trueno Robin Wright. Con esa imagen saltamos a los medios de toda España y del mundo mundial, y el personal político, creyente o no creyente, se hacía de cruces pensando que no somos nadie ni ninguno, que hoy estás arriba y mañana te meten bajo tierra en un cajón de madera de Ciudadanos.

Había gente llorando en sus despachos, algunos de ellos con sillones ocupados durante 26 años por los mismos glúteos. «¿Qué será de mí, que entré aquí con 25 años y ahora tengo 51, que lo que estudié, fuese poco o mucho, se me ha olvidado totalmente, que no tengo currículo que enseñar, que nunca una empresa privada ha cotizado por mí a la Seguridad Social? Si yo solo sé gestionar, como ha quedado demostrado en las dos concejalías, en las tres direcciones generales y en las cuatro asesorías que he ocupado en este tiempo», decían casi mil voces a la vez.

¿Era esto un Juego de Tronos? No lo sé, pero lo que está claro es que la situación era de toma pan y moja. Fernando López Miras tenía más problemas encima que un pequeño empresario de hostelería de estos tiempos que corren. Como en la famosa serie de los 7 Reinos, cuando menos te lo esperabas se habían cargado al protagonista delante de tus ojos, en una boda roja o donde fuese.

¿Será posible que nuestro amado y joven presidente hubiera quedado reducido a polvo, aunque fuese polvo enamorado? Porque lo tenía fatal. Sin cambios en la Ley del Presidente que le proporcionara la posibilidad de presentarse otra vez, con el congreso del Partido Popular encima, con algunos miembros de su partido a los que les gustaría tenerlo debajo. Una tragedia, oiga, para la carrera de nuestro joven presidente. Qué pena, Señor.

Pero, entonces, llegó una nueva versión de El imperio contraataca, y, cuando digo ‘imperio’, quiero decir ‘imperio’. Y López Miras dijo: ¿Qué les podría yo ofrecer a los tres miembros de Ciudadanos a los que Martínez Vidal ha estado masacrando desde que comenzó este mandato? Pues lo que quieran, exactamente lo que quieran, porque lo tengo todo. Y, ¿estaba el campo abonado para que los tres dejaran colgados a la lideresa y se apuntaran al mantenimiento del pacto con el PP? Pues claro que estaba, totalmente abonado porque ya se había encargado Martínez Vidal de echarle al campo todo el compost posible, a veces muy maloliente, hay que decirlo, porque a Isabel Franco no le ha quedado piedra que tirarle a la cocorota, a lo que ella ha respondido sin armar escándalo, pero tragándoselas como puños.

Así que ¿qué podía esperar Isabel Franco y los otros dos diputados de Martínez Vidal después de que ella hubiera llegado a ser presidenta? Pues quién sabe, cualquier cosa, y dado cómo se las gasta la lideresa, vaya usted a saber qué tenía guardado en la manga: ¿daga, puñal, cuchillo canallesco? Quién sabe.

Si todo sigue así y no tenemos más sorpresas, que el patio sigue revuelto,creo sinceramente que la carrera política de Ana Martínez Vidal se ha acabado, la de Inés Arrimadas se ha estrellado, y la de Ciudadanos en Murcia, y en general, que, si antes de estos sucesos ya andaba mal, ahora se ha hundido en la miseria.

Adiós muy buenas, centristas liberales, que os llamabais.