El control de las vacunas es algo demasiado importante para dejarlo en manos de los políticos. Es mejor no pensar en lo que hacen con nuestro dinero a la vista de cómo administran nuestras vacunas. El lema de algunos es: primero yo, y después la chusma. Lo sorprendente, en la Región de Murcia, es que este descaro no lo protagonizan políticos frikis, de los que hay a almostrás, sino algunos de los que, antes de esto, más crédito nos merecían.

Por ejemplo, Esther Clavero. Una buena alcaldesa. Nada del otro mundo, pero una buena alcaldesa, que no es poco. Ella tampoco quería vacunarse, pero se vacunó. Ella, socialista, no es como los del PP; por favor, que nadie compare a los del PP que se han vacunado con su caso, que se ha vacunado por razones especiales. Es lo que pretexta. Ha sufrido un cáncer y se supone que es vulnerable. Pero quienes, como ella, han sufrido o sufren un cáncer, permanecen en lista de espera. Y esto, porque el protocolo de vacunación elaborado por el Gobierno socialista establece otras prioridades. María Marín, portavoz regional de Podemos, partido que es socio del gobierno municipal de Molina de Segura que preside Clavero, se lo ha explicado con claridad: ella también está superando un cáncer, y no se ha vacunado; se vacunará cuando le toque.

Cuesta escribir sobre estas cosas, aunque sean públicas por decisión de la propia alcaldesa, porque es obligado mantener respeto ante cuestiones personales tan graves que no se han de mezclar con el ejercicio político. Ni para buen ni para mal. En el caso de Clavero nos ha sido permitido admirar el coraje con que ha compatibilizado su enfermedad con su entrega a la alcaldía, mérito compartido con otras muchas mujeres y hombres afectados por esa dramática lotería que a cualquiera nos podría tocar en cualquier momento. No conozco a nadie que no se conmoviera con las imágenes en que aparecía con la cabeza cubierta por un pañuelo mientras despachaba los asuntos de la alcaldía. Y más, sabiendo que no se trataba de una pose, sino de una actitud, pues su trayectoria anterior era la de una mujer comprometida, entregada, valiente y con criterio propio. Nadie me contradirá si afirmo que Clavero es uno de los mejores valores de la política murciana.

Por eso, como en el caso del ya exconsejero de Sanidad Villegas, cuesta tanto admitir que haya incurrido en un error tan burdo. ¿Acaso ciertos políticos murcianos tienen algún problema de comprensión lectora? ¿No saben leer los decretos gubernamentales en su expresiva literalidad, como hacen los testigos de Jehová con la Biblia, y prefieren ponerse en manos de exégetas que se los traducen a su conveniencia personal para después argüir que ellos no son responsables de su propia decisión y que se dejaron llevar por interpretaciones de sacerdotes a sueldo?

La carrera política de Clavero ha quedado en caricatura desde el momento en que ha sido incapaz de leer su situación. Se aferra al sillón de la alcaldía, y de esa manera reproduce el mismo caso que en su día criticó en Ana Belén Castejón cuando ésta decidió alternar la alcaldía de Cartagena con el PP. Dijo Clavero entonces en unas declaraciones a La 7, apoyando la decisión de su partido de suspender de militancia a la cartagenera, que «los modelos de sociedad que defienden el PSOE y el PP están en las antípodas». Los modelos de sociedad, probablemente, pero la irresponsabilidad en la administración de los bienes públicos en provecho del staff político es, en ciertos casos, indiferenciable.

Los casos de Castejón y Clavero son comparables por las consecuencias para ambas, pero no por las causas. En el de la cartagenera, su expulsión del PSOE se produjo por lo que podríamos significar como ´indisciplina de partido', algo que afectaba a una cuestión interna de su organización; en lo que se refiere a la molinense, el asunto es más grave, pues su decisión de vacunarse se vincula a la gestión como autoridad pública. Y, como en el caso comentado ayer de Villegas, son más inconsistentes las explicaciones públicas que el propio hecho derivado de la debilidad producida por el ansia de vacunarse.

El PSOE ha actuado debidamente al suspender de militancia a una de sus mejores alcaldesas. No podía hacer otra cosa dados los antecedentes en otros municipios de fuera de la Región y de su exigencia de responsabilidades al Gobierno regional por el caso del consejero de Salud. Pero la alcaldesa se niega a dimitir, lo que la convierte en ´no adscrita' al margen del Grupo Municipal Socialista que probablemente no querrá quedar también fuera del partido, como en el caso extraordinario de Cartagena; por otro lado, la coalición con Podemos se hará insostenible, así que a la crisis sanitaria, económica y social producida por el coronavirus se añade una crisis política municipal completamente innecesaria en este momento.

Confesar el error, pedir disculpas y dimitir habría sido el camino perfecto. Pero hay un virus de naturaleza política que es tan irreductible como el que nos confina y para el que, al parecer, no hay vacuna.