Al otro lado del charco, en un conservador condado de Nevada, sus vecinos eligieron a un congresista que, tras celebrar durante dos días su 72 cumpleaños en uno de los prostíbulos que formaban parte de su grupo empresarial, murió días antes de las elecciones. No dio tiempo a sustituirlo y el ya difunto se llevó a la tumba un 63% de los votos. Su contrincante, una profesora demócrata, recibió un sonoro suspenso.

A este lado del Mar Menor, una aldea, ni gala ni rebelde, amenaza con, asimismo, votar a los partidarios del difunto Trump. El mismico que nos impuso un 25% de aranceles a los productos agrarios que cultivamos, dándonos con queso y vino donde más nos duele. No sólo truncando o trumpando el comercio internacional con el imperio norteamericano sino contribuyendo también al desgaje del de Gran Bretaña. Gracias al anhelado o reverenciado por los más desquiciados en estos lares; el sector agroalimentario murciano, seña de identidad y de riqueza, se ha tambaleado por el proteccionismo y por el brexit. Ambos auspiciados por el pato cojo que, afortunadamente, deberá volar de la Casa Blanca.

Y como no sólo de pan vive el hombre, el golfista ha sido especialista en golpear también sobre el green, lo verde. Hoy los peces del Mar Menor respirarán más tranquilos. Aquellos que no estén como el primer congresista citado o como el propio Trump, hundido en sus miserias. Un negacionista menos, y más si es el presidente de USA, es un bote salvavidas para nuestra laguna.

Un entorno, que de acuerdo al perdedor y de sus mamporreros murcianos, capaces de ofrecerle el campo de golf de La Manga para que siga utilizando sus palos a cambio de financiación, se quedaría sin agricultura, sin medio ambiente, sin turismo, sin vida?

Todo muy gracioso si no fuera para llorar.