Estamos en los felices tiempos del PP Triunfal, simbolizado en el trío Valcárcel, Cámara, Barreiro. Hay una convención o algo similar en un hotel, puede ser tal vez en Puerto Lumbreras, pero no me hagan mucho caso en este dato. Al amparo del gran poder de los mencionados pulula la nueva generación, en parte ya instalada en algunos municipios, en la Asamblea Regional o en el segundo escalón de la Administración autonómica, entre la que brilla un joven caudillo, Pedro Antonio Sánchez, autorrebautizado después como PAS.

La implacable potencia electoral del partido ha facilitado que quienes emergieron a mediados de los 90 como líderes se hayan eternizado en el alto mando legislatura tras legislatura, dispuestos a agotar todas las mieles de ese rico panal, y hacen las veces de tapón para la siguiente hornada. En ese contexto y en esa convención, un pequeño número de jóvenes varones de la organización celebraron en un aparte un acto de camaradería y complicidad que algunos de ellos, años más tarde, han definido como juramento: todos para uno y uno para todos. El abstracto implícito de aquel pacto significaba que cuando llegara la oportunidad de tomar el relevo a los clásicos se produciría el amparo mutuo entre los pertenecientes a la colla.

JURAMENTADOS AL PODER. Ese relevo se llevó a cabo con dificultades y con acontecimientos imprevistos como la regencia provisional de Alberto Garre, y cuando PAS se impuso, ya Valcárcel había dado en la práctica marcha atrás acerca de su decisión de nombrarlo heredero, pero no pudo modificar el destino, pues los jóvenes jabatos habían tomado una gran parte del poder orgánico, y como alguien previó con exactitud, «Valcárcel es todopoderoso, menos para una cosa: controlar su sucesión».

PAS, y con él sus juramentados, alcanzaron por fin el poder, aunque, en una fase de decadentismo del PP, debieron hacerlo mediante un pacto suicida con Cs. Esto, sumado a que el nuevo líder llegaba averiado por causas de presunta corrupción en sus ocupaciones anteriores de alcalde de Puerto Lumbreras y de consejero del Gobierno, lo condujo al ostracismo político (literal, pues se desplazó hasta de país) a los dos años de ejercicio. Pero aquel juramento de los mosqueteros persistía y persiste, de modo que PAS sigue siendo, aún hoy, el timonel del todavía (también ahora con un debilitado y amansado Cs) poderoso PP.

La abrupta despedida, deprisa-deprisa y a las bravas, que debió protagonizar PAS tuvo su colofón en la designación a dedo y sin consulta de ningún tipo, de su sucesor, Fernando López Miras. Muy probablemente ninguno de los asistentes a aquella reunión del comité ejecutivo de los populares en que PAS anunció el nombre del agraciado había podido intuir siquiera que López Miras lo sustituiría en San Esteban, tal vez porque el propio PAS había promovido maniobras de distracción alentando la difusión de quinielas que no lo incluían.

La estupefacción fue generalizada, pero el PP, por lo menos en aquella fase, era mucho de amén, y toda posible pulsión crítica quedaba eclipsada por la rotundidad de los acontecimientos, no por previsibles menos impactantes. Cuando yo mismo le plantee a PAS mi propia perplejidad, me respondió: «Te va a sorprender. Espera un poco y verás. Es mejor que yo».

TRES ERAN TRES. En realidad, aquella designación constituía un paso más de la operación juramentada. PAS dejó al mando del Ejecutivo a quien sabía que le sería leal a toda costa mientras él operaba, fuera del poder político, en actividades que sin embargo precisaban de su decisiva influencia en éste. Desde entonces, López Miras ha venido intentando disipar la imagen inicial de ser una marioneta manejada desde el exterior, y para muchos ha conseguido que se extienda la impresión de que «eso era antes, al principio, pero ahora va por libre», algo así como si cualquier otra percepción constituyera una leyenda urbana.

En todo caso, admiten éstos, Teodoro García, desde su posición en la dirección central del partido, es quien ha sustituido a PAS en el tutelaje de López Miras. Pero hay miradas más aproximadas que definen la situación de la siguiente manera: PAS es el que dictamina, Teo maniobra en la sombra, y López Miras ejecuta. Este sería el organigrama del verdadero poder paralelo que discurre detrás del escaparate del poder político.

Quienes sostienen que este es el real diseño de la cosa son fundamentalmente empresarios que hablan con otros empresarios que hablan con periodistas. En definitiva, fuentes consistentes, al menos más que aquellas que, por diferentes razones, se animan al blanqueo.

EL PARTIDO ES EL GOBIERNO. La estructura regional del PP está bien aherrojada, pues no hay que recordar que la han venido facturando PAS, en sus tiempos de responsable de Organización, y López Miras, cuando bajo la dirección de aquél ejerció el cargo de coordinador general. Ahora ese papel recae en Miguel Ángel Miralles, un leal lealísimo, y prácticamente el único secretario activo de la actual ejecutiva del partido, pues Martínez Cachá, secretaria de Organización, ni está ni se la espera, tras haber sido implícitamente expulsada.

En realidad, la dirección del partido no existe en la práctica, pues no se reúne desde los tiempos de Maricastaña, y el pretexto no puede ser el coronavirus, pues éste lo sería para lo contrario, es decir, para que abundaran las reuniones informativas de la cúpula. El partido, como en los tiempos de la vieja URSS, es el Gobierno, y punto.

UNA ESTRUCTURA FRÁGIL. El hecho de que el PP gobierne, a trancas y barrancas con Cs (esta semana, ambos socios se han quedado a dos velas en la Asamblea, superados por PSOE, Vox y Podemos en una moción) facilita la impresión de calma chicha, pero ya hay muchos que tienen la mosca detrás de la oreja, no ya solo porque cala la impresión de que existe un Gobierno oculto, éste sí eficaz para los intereses que lo animan, sino también porque ha pasado el tiempo suficiente para constatar que la profecía de PAS («Fernando va a sorprender, espérate y verás») se ha cumplido, pero en el sentido contrario de la intención con que fue enunciada. Los oráculos de la pita de Delfos siempre se cumplían, pero no siempre de la manera que inicialmente eran interpretados, y si no, que se lo pregunten a Jerjes.

Y es que López Miras se ha revelado como un político demasiado convencional: necesita constantemente del enemigo exterior, el Gobierno central, para justificar sus amontonamientos; va tapando bocas con cargo a la deuda, carece de proyectos a medio y largo plazo, es decir, de política, y dispone de un discurso entre victimista y paternalista (que no le pega, además) de muy escasos registros, eso sí, moteado de referencias de exaltación patriótica y adornado de pulseritas rojigualdas, un patriotismo vacío si no va acompañado de avances sociales, culturales y económicos en la propia ejemplaridad ejecutiva.

Se maneja, eso sí, muy bien en las bambalinas políticas, pero no lo caracteriza su habilidad para la gestión. Incluso con esa gestualidad, el partido que dirige fue superado por Vox en las generales y no parece que ´el peligro´ haya desaparecido, de momento, para unas futuras autonómicas. López Miras no es un político que enamore, no ya a la sociedad, sino ni siquiera a su partido, incluso a fuer de ser éste muy disciplinado.

En la campaña electoral de las municipales, algunos candidatos a las alcaldías prescindieron de llamarlo para que mitineara en sus localidades al considerar que restaba en vez de sumar (recuérdese toda aquella profusión de vídeos como de El Club de la Comedia).

Su agenda, su lista de visitas y contactos, el reglamento de premios y castigos a los medios de comunicación, la exposición de deberes a los propios consejeros, y prácticamente toda su estrategia se lo organiza la stajanovista Mar Moreno, secretaria general con rango de consejera, que trabaja en la sombra y que para las personalidades influyentes del PP es como un agente extraño. Él, mientras tanto, mantiene sin reserva la imagen de presidente que se divierte con la buena mesa, el descubrimiento del inesperado atractivo especial que le presta la pátina del cargo y encantado de haberse conocido.

Persiste, desde luego, esa lealtad interna de los dirigentes locales previamente espolvoreados por el proyecto generacional diseñado por PAS. Ahora bien, como señalan algunos de los que no están en la clá, una buena parte de esos dirigentes fueron impulsados desde arriba, sin la total simpatía de las organizaciones locales, y están, además, lastrados, como el propio líder regional, por los malos resultados electorales, superados en muchos casos por el PSOE, primera fuerza municipal en la Región.

CON LA MOSCA DETRÁS DE LA OREJA. No paran ahí las peplas. El pacto con Cs ha traído una cosa buena y otra mala al PP. La buena es que le ha permitido disimular que perdió las elecciones y ha conseguido mantener el empleo entre militantes y partidarios. La mala es que las concesiones han resultado abundantes, y todavía no han sido apuradas. Por ejemplo, Cs y Vox, socios de Gobierno y parlamentario, respectivamente, aspiran a cobrarse caro el voto para la reforma de la Ley del Presidente, que permitiría a López Miras apostar por un tercer mandato.

Ya apunté la pasada semana que Cs, a pesar de que firmó ese compromiso en el pacto inicial, pretende cobrarse el paso con más poder en el Ejecutivo, pero también los dirigentes del PP en las pedanías de la capital han detectado que tanto Cs como Vox podrían pretender un mayor bocado territorial con la modificación a su favor del original pacto municipal y, cuidado, la estructura de los populares en el municipio de Murcia es fundamental para conquistar la dirección regional.

Los pedáneos populares y dirigentes del partido en pedanías están inquietos, y ya se ha generado algún movimiento, al parecer. A ver si va a resultar que el bien pretendido (la reforma de la Ley) genera, por las concesiones a otros grupos, problemas para la revalidación del cargo en el próximo congreso (marzo 2021 es la fecha), de modo que resultaría lo comido por lo servido.

LEY INSUFICIENTE. El cambio de la Ley del Presidente es fundamental para López Miras, pero ya no suficiente. Incluso entre los mosqueteros juramentados (todos para uno y uno para todos) existe la impresión de que la crisis del coronavirus y sus arrastres pueden ´quemar´ al presidente y convertirlo en una figura gastada llegado el momento de las próximas autonómicas.

Téngase en cuenta que López Miras perdió las elecciones con el Mar Menor aparentemente todavía saludable, sin la desbordada gestión de la crisis sanitaria y sin que se le pudiera reprochar personalmente el estancamiento de los proyectos de desarrollo integral de la Región. Todo lo que se ha acumulado hasta ahora no conforma una buena carta de presentación electoral por mucho que los fondos estatales vengan a ayudarle a pagar las nóminas.

El riesgo para él es que PAS, a través de Teo, considere que hay que activar el banquillo por el interés general del grupo y tire de reserva, en cuyo caso nadie duda de que lo aceptaría disciplinadamente, pues habría para él otro colchón en el partido y mandarían los intereses colectivos a los individuales.

Hay quienes aseguran que se está produciendo otra maniobra de despiste con los nombres de José Manuel Luengo, alcalde de San Javier (baza Teo), o Marcos Ortuño, de Yecla, pues el ´hombre de PAS´ en realidad sería el actual consejero de Presidencia y Hacienda, Javier Celdrán, a pesar de su perfil políticamente soso, pero educado en el oficio a las faldas del residente en Miami, y con más mili que los otros en el espacio regional.

EL MEJOR ALIADO. El mejor aliado de López Miras en la actual tesitura es el presidente de CROEM, José María Albarracín, que acaba de ponerle en bandeja la desmovilización del sector hostelero organizado a cambio de unas medidas absolutamente virtuales de ayuda por el sacrificio del cierre, lo que es bien indicativo de que hay un toma y daca que conforma el estatus.

Pero Albarracín se ha distinguido por facilitar soporte a todos los presidentes, incluso al outsider Garre en su momento, siempre que tenga la seguridad de que será correspondido. El presidente de los empresarios murcianos es de los que valen más por lo que callan que por lo que dicen, de modo que este tipo de gestos trae la impresión de que confirma el estatus paralelo. El juramento de los jabatos populares cuenta con sutiles o no tan sutiles aliados externos.