Convidar y confinar no son palabras antagónicas. Estar con la hostelería cerrada es casi más duro que estar confinado como lo estuvimos en marzo, que hace sólo unos meses pero parece que fue en otro tiempo, otra era. La socialización es lo más humano que existe.

Es, de hecho, parte esencial en todos los procesos de recuperación de la salud. Que hablen con mis amigos los payasos de Pupa Clown. Ahí tenemos a Wilson, el compañero de Hanks el Náufrago en la isla desierta. Si no tenemos a nadie con quien echar unas cañas hay que inventárselo. Incluso las cañas mismas.

La cosa es que este puto viros, diez salves a Tokio por inventar esa mascarilla, se asienta ahí mismo. En la socialización. Ahí está lo más macabro de todo. Nos obliga el virus a no ser humanos.

Porque es humano arriesgarse para seguir siéndolo, y porque es mucho más mediterráneo hacerlo sin pensar demasiado. Así que yo creo que, en su justa medida, es humano que estos dos días hayamos aprovechado para, siempre cumpliendo con la legalidad vigente y con todas las medidas de seguridad, sabiendo todo lo que sabemos, porque a poco que sigamos la información lo sabemos casi todo del virus, es humano, decía, haber echado una última terraza.

De ahí a otras cosas que se han visto hay irracionalidad supina. Eso sí lo comparto. Porque más que en un bar o en una pequeña tienda de barrio, es ahí, en la gente que se aleja de lo puramente humano que es socializar con precaución, donde está el peligro. Un peligro real por posibilidad de contagios, pero sobre todo y constatado, el peligro de que todo sea irracional. De que se pierda cualquier tipo de razón que nos permita seguir luchando contra el puto virus de una forma ordenada.

Este orden es el que nos permita salvaguardar todo lo que hemos conseguido como sociedad. Los esfuerzos que estamos haciendo y que tendremos que hacer no serán para salvar la Navidad. Salvar la Navidad debe ser una consecuencia de avanzar en el comportamiento colectivo, que implica entender la situación de todos los sectores.

Estoy seguro de que todos defienden lo suyo, de lo que tenemos que estar orgullosos es de ser capaces de defender también lo de los otros. Convidar es un palabro muy murciano. Hay cientos de restaurantes, bares, cafeterías que te llevan a casa sus mejores platos.

Y también una nota deseando feliz domingo de confinamiento? Qué hay más murciano que la generosidad, pregonamos siempre. Pues conviden a sus amigos llevándoles a su casa una alegría. Como cuando mi compadre Antonio Gómez dejó en la puerta de sus vecinos unos quinticos frescos para hacer más llevadero aquel jodido mes de marzo. Seamos humanos. Vale.